"La más antigua de todas las sociedades y única natural es la familia".
Decadencia = Pérdida de fuerza física o moral.
Degradación = Humillación, envilecimiento.
Deterioro = Pérdida de los valores.
Tres palabras que empiezan en “D”, tres palabras cuya acepción se entrelaza y conforman un calificativo ad hoc a la familia universal actual. Todo se globaliza y el Síndrome Triple D (decadencia-degradación-deterioro) también.
Tema cotidiano en la actualidad es la Inseguridad, toda la sociedad se quiebra la cabeza pensando cómo combatirla. Si bien es cierto que es una utopía el sólo pensar que se puede erradicar totalmente ---recordemos que la perfección es inexistente---, sí, cuando menos, se puede ---obviamente con mucha voluntad y trabajo tesonero--- abatirla a niveles tolerables.
De entrada se antoja imposible controlar la inseguridad, pero empecemos por analizar quienes y qué la producen. Obviamente quienes la producen son seres humanos ---si es que así se les puede considerar--- depravados ---tirando a o casi bestias---, seres “enfermos” de mente perversa, para quienes sus semejantes, sin distinción de genero o edad, les importan un bledo ---por no decir nada--- y que igual los golpean o les cortan un dedo o una oreja que los matan a sangre fría. Ya definimos quienes, ahora entremos al qué, este qué es lo mismo que define la mata de quienes, o sea lo que engendra a los seudo seres humanos que, convertidos en delincuentes, producen la violencia de la que deriva la inseguridad. Finalmente, ambos contextos tienen un origen común: la familia. Conclusión lógica si consideramos que la familia es la célula fundamental de la sociedad.
Decadencia, degradación y deterioro ---el Síndrome Triple D (STD) --- de la familia está haciendo más, pero muchísimo más, estragos que el SIDA. Y no es cuento ni exageración, para curar el SIDA se están gastando millones de dólares en investigación y no dudo de que pronto encuentren la droga maravillosa que lo cure, y lo que es mejor, que lo prevenga. Pero para curar y/o prevenir el STD el único camino es voluntad para recuperar los valores morales de la familia, cosa que para los seres humanos es punto menos que imposible, no hay dinero en el mundo que lo compre; ya la humanidad no tiene capacidad para ello.
Sabemos que el problema en si no es nuevo, en realidad es tan viejo como la humanidad misma, pero los frenos ---los “tabú” del que ahora los “intelectuales” se burlan--- que mantenían controlado el problema se perdieron. Gregorio Marañón escribió: “El miedo de la sociedad pacata a que desaparezca la familia y se hunda el mundo, cada vez que este da un estirón en su crecimiento, es tan antiguo como la creencia de la venida inmediata del anticristo o del fin del mundo, sin embargo ese temor hace que la familia perdure y sólo los necios se burlan de ello”.
De una familia que conserva sus valores morales emanarán personas con altas probabilidades de ser responsables, lo contrario sería excepción. De una familia con STD emanarán personas con altas probabilidades de ser delincuentes, lo contrario sería excepción. En la actualidad proliferan los llamados niños de la calle, seres humanos carentes de familia, que crecen como parias de la sociedad, y que ésta debería procurarlos con efectivo altruismo y no nada más de dientes para afuera --tema del discurso cotidiano--, pues es en ese medio donde se incuba la delincuencia.
La violencia, de la que sobresale la familiar, es una de las peores formas de discriminación y de violación de los derechos humanos, es un obstáculo para el desarrollo sustentable de la sociedad, pues tiene efectos sociales y culturales adversos en grado superlativo. Y como es natural, siempre los más perjudicados son los más vulnerables: niñas y niños, mujeres, adultos mayores y discapacitados.
Con respecto al maltrato infantil, se debe reconocer que en la mayoría de las ocasiones se presenta en un contexto de violencia intrafamiliar y ocurre en todos los niveles económicos, sociales e intelectuales. En el caso de la violencia contra las mujeres, los estudios realizados han demostrado que ese tipo de violencia no distingue grupos socioeconómicos, edad o niveles educativos, ésta se observa en las calles, en los lugares de trabajo, en las escuelas y más aún, en lugares tan privados como el seno del hogar. Esto echa por tierra de que la pobreza es la que engendra este mal y, por el contrario, refuerza la tesis que sustento de que es la pérdida de los valores morales.
Pese a que es un fenómeno que se ha dado desde tiempos remotos, es en años recientes, con la aparición y desarrollo del STD, cuando el maltrato de niñas, niños y mujeres en el ámbito familiar ha venido transitando de un tema vedado, oculto, a un problema de salud pública.
Según registros de organizaciones internacionales, dependiendo del país, de un 25 a un 75 por ciento de las mujeres, niñas y niños son maltratados física y mentalmente en sus hogares. Obviamente, como siempre, nuestro país destaca entre los de más alto porcentaje. Lo dicho, a nivel mundial, en todo lo malo México figura entre los más altos y en todo lo bueno figura entre los más bajos.
Nov. / 2004
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