lunes, 9 de junio de 2008

En la inmensidad incomensurable

Por: Enrique Galván-Duque Tamborrel

«En el universo, todo está hecho lo mejor posible,
no sólo para el bien general, sino para el mayor
bien particular de aquellos que están persuadidos
de esta verdad y satusfechos del régimen divino»
Querien Vangal
I.- Un asteroide extinguió la vida

Se cree que un enorme meteorito impactó contra la Tierra hace unos 65 millones de años, en la región de la Península de Yucatán, en México, extinguiendo a los dinosaurios y la mayoría de los seres vivos. Y algunos objetos celestes de tamaño considerable no nos han alcanzado por cuestión de horas.
Infinidad de meteoritos chocan contra nuestro planeta cada día, pero muy pocos alcanzan el volumen suficiente para llegar a la superficie, sobreviviendo a la fricción con la atmósfera, que los quema y desintegra, formando destellos o "estrellas fugaces".
Se piensa que el cinturón de asteroides, situado entre las órbitas de Marte y Júpiter, constituye los restos de un mundo desintegrado por un colosal impacto, mientras que algunos planetas y sus lunas muestran las huellas de las colisiones.
Los cráteres de Arizona, en EE. UU. y los de la superficie lunar, atestiguan la frecuencia y poder destructivo de los impactos espaciales, que equivalen a la detonación simultánea de miles de bombas atómicas y pueden pulverizar o deformar otros cuerpos.
En 1911, cayó del cielo en Nakhla, Egipto, una roca del tamaño de una naranja, que mató a un perro y fue el primero de una serie de meteoritos sumamente raros, que han sido hallados en puntos terrestres muy distantes y al parecer se han desprendido de Marte, debido al choque de un gran asteroide contra el Planeta Rojo.
Una de las últimas "salpicaduras" de Marte la descubrió en 1991, en la Antártida , la expedición norteamericana Ansmet, de la que formaba parte el geólogo planetario español Francisco Anguita, de la Universidad Complutense de Madrid.
Según Anguita se cree que estas rocas, llamadas nakhlitas, shergottitas y chassignitas, son marcianas porque tienen un gran parecido químico con las analizadas por la sonda Viking, que visitó Marte, en 1979, y habrían llegado a la Tierra , después de vagar miles o millones de años por el sistema solar.

II.- Impactos profundos

Los cometas, asteroides, nubes y otras formas de materia cósmica se desplazan por el vacío a velocidades colosales, atraviesan las órbitas de los mundos y sus lunas, y se entrecruzan produciendo carambolas espaciales. Algunos planetas se han formado y giran debido a esas colisiones, algunas de las cuales han desprendido pequeños trozos de Marte que han llegado hasta nosotros.
¿Qué tienen en común las gigantescas nubes interestelares de gas y polvo que vagan por el espacio con los cometas de hielo y roca que provienen de los confines de nuestro Sistema Solar? Ambas formaciones pueden haber chocado o colisionar en el futuro con nuestro planeta, y son ejemplos de las múltiples carambolas que se producen entre los distintos cuerpos y estructuras del cosmos.
Es posible que hace cientos de millones de años gigantescas nubes espaciales provocaran extinciones masivas en nuestro mundo o hayan causado el fenómeno de “Tierra Bola de Nieve”, unos períodos glaciales muy severos en los que las tierras emergidas y probablemente los océanos estaban totalmente cubiertos de hielo, según dos informes financiados por la NASA.
Según uno de los informes publicados en la revista Geophysical Research Letters, la Tierra se cubrió de hielo después de que el sistema solar atravesara unas densas nubes espaciales.
Según el otro trabajo, unas gigantescas nubes moleculares menos densas pudieron haber causado la destrucción de buena parte de la protectora capa de ozono del planeta, lo cual extinguió la vida.
Consecuencias igual de catastróficas podría tener la colisión de nuestro planeta con alguno de los cientos de cometas invisibles que deambulan por el sistema solar, y que es más probable de lo que se creía, de acuerdo a las últimas investigaciones.
Los astrónomos piensan que muchos de estos cometas proceden de la Nube de Oort, una formación situada mucho más allá de las órbitas de los planetas más lejanos y constituida por los escombros del Sistema Solar, al cual parece envolver como si fuera una especie de globo, si bien nunca ha sido observada.

III.- Cometas fabricados por una nube

Un modelo matemático desarrollado en el Observatorio Armagh, en Irlanda sugiere que esta Nube produce muchos más cometas de lo que se creía, quizá unos 30 al año, lo cual aumenta el riesgo de que uno de estos cuerpos celestes colisione con la Tierra.
En la nube de Oort pueden existir miles de millones de objetos helados situados a 100.000 veces la distancia entre la Tierra y el Sol, de los cuales puede haber unos 3.000 en órbitas “alteradas”: 400 veces más de los que se han podido observar hasta ahora.
Por el sistema solar pululan esos “cometas invisibles”, masas de hielo, polvo y rocas que vagan por el espacio y podrían chocar con la Tierra sin previo aviso, advierten algunos astrónomos.
Los planetas, cometas, asteroides e infinidad de objetos celestes de todos los tamaños, composiciones y formas, viajan por el sistema solar, chocando, modificando su rumbo o destruyéndose, en una enloquecida carambola cósmica, que llega hasta nosotros.
La rotación y formación de la Tierra y los planetas vecinos Mercurio, Venus y Marte, podrían deberse a grandes colisiones de cuerpos celestes durante la formación del sistema solar, según una teoría defendida por los astrónomos Scott Tremaine, de la Universidad de Toronto, en Canadá, y Luke Dones, del Centro Ames, de la NASA , en California, EE.UU.
Tremaine opina que el impacto que originó la rotación terrestre también originó su satélite, la Luna , y Dones cree que las rápidas rotaciones de la Tierra y Marte, de unos 1.600 kilómetros por hora, a la altura del Ecuador, se deben a una serie de impactos en su última fase de formación como planetas.
Las "carambolas" que originaron los planetas sucedieron durante la formación del sistema solar, surgido de un gigantesco y giratorio disco de polvo y gas, hace unos 4.500 millones de años.