martes, 1 de mayo de 2012

Las calles de Tenochtitlán...

Por: José Enrique Galván-Duque y Tamborrel

Los primeros nombres de las calles de Tenochtitlán

INDISCUTIBLEMENTE RESULTA MUY INTERESANTE, EL CONOCER TODOS ESTOS NOMBRES Y SUS SIGNIFICADOS

París es considerada como una de las primeras ciudades cuyas calles tuvieron nombre. Sin embargo, las calles de Tenochtitlán tuvieron nombre desde mucho tiempo antes. Mientras París tenía una población aproximada de 200 mil habitantes en el siglo XVII, para el año 1519 Tenochtitlán era una metrópoli con una población aproximada de 300 mil habitantes, lo que la hacía, probablemente, la ciudad más grande del mundo.

Cuando Hernán Cortés llegó a Tenochtitlán en el año 1519, encontró una ciudad perfectamente estructurada. Se trataba de un emplazamiento cuyo trazo estaba diseñado para que se pudiera llegar a cualquier punto por vía fluvial, a través de canales de diferentes dimensiones que se conectaban entre sí y, sobre los más anchos e importantes, cruzaban calzadas.

La ciudad tenía tres tipos de calles: unas de tierra firme, otras que eran los canales por donde circulaban canoas y las terceras, que tenían forma mixta: una parte la constituían camellones sólidos adosados a los edificios, por los que caminaban las personas, mientras la otra mitad se destinaba a la circulación de embarcaciones, que se llamaban bordos. Pero lo más interesante de esta estructura, es que las calles tenían nombre. León Portilla señala que las calles de la ciudad prehispánica habían ido recibiendo sus nombres casi siempre en función de sus más obvias características. Ejemplo de ellos son los nombres de:

 Cihuateocaltitlán, “Al lado del templo de las diosas”

 Tocititlán, “Al lado de la diosa Toci”

 Tecpancaltitlán, “Al lado del palacio”

 Temazcaltitlán, “Al lado de los baños de vapor”

 Tomatlán, “Donde hay tomates” ojo esos felices tomates coloradotes tienen su origen en Tomatlán y no Italia.

 Zapotlán, “Donde hay zapotes”

 Atenantitech, “Junto al bordo de agua”

 Acalotitla, “Al lado de las barcas”

 Acolco, “Donde se tuerce el agua o la acequia”.



Todos estos nombres desaparecieron con la colonización española porque hacían referencia a los templos que fueron derribados, pero muchos otros nombres de origen prehispánico aún se conservan, tanto en calles como en estaciones del metro y otros lugares de la ciudad y nos permiten imaginarnos el paisaje que existía y que originó su nombre.



Al sur de la Ciudad encontramos la colonia Copilco que significa “en el cucurucho” lo que posiblemente aludía a la forma de algún cerro de la zona; y Coyoacán, que proviene de Coyohuaca y que significa “Lugar del Coyote Flaco”. y no de solo una pierna.

Los cerros eran frecuentemente utilizados para distinguir un lugar, ejemplo de ello son los siguientes nombres: Chapultepec “en el cerro del chapulín”; y Ecatepec “en el cerro del aire”. Por Ejecatl (dios del viento)

Tlalpan fue la primera población sobre tierra firme del lado sur del valle, a la que llamaron de este modo porque proviene de tlalli, tierra y de pan, sobre, por lo que significa “sobre la tierra”. La segunda población encontrada al sur, fue Tepepan, que proviene de tepetl, cerro, y de pan, sobre, lo que significa “sobre el cerro”.

Huipulco era un lugar poco poblado porque era un territorio donde abundaban las espinas, su significado es precisamente “en donde hay espinas grandes o gordas”.

De acuerdo con otros historiadores y cronistas, coinciden que Tláhuac es aféresis de Cuitláhuac, que se compone de cuitlatl, suciedad, caca, y de huacqui, seco, por lo que la interpretación significa “en la caca seca”. no le pongan así a sus hijos

La colonia Anáhuac conserva el nombre que en un momento dieron los aztecas a toda la extensión de territorio comprendido en los lagos que ocupaban el Valle de México, era el nombre de una región, que significa “junto al agua”, en tanto que Tacubaya significa “lugar donde tuerce un arroyo”

Cuajimalpa refería a un pueblo en el camino a Toluca donde desde tiempo de los Aztecas se cortaba y labraba madera, y significa “en el astillero”.

Xoco, que da el nombre por el cual se conoce al Hospital de Traumatología de Coyoacán, es la abreviación de Xocotitlán, que significa “entre los árboles frutales”; y la estación de ferrocarril mejor conocida como Pantaco, toma su nombre de Pantecatl, deidad del vino entre los mexicanos, por lo que su significado es “lugar de Pantecatl”

Popotla proviene de Popotl, que expresa abundancia. Dado que el popote es el tallo de una planta de la familia de las gramíneas que se utilizaba para hacer escobas.

Tlanepantla se compone de tlalli, tierra, y de Nepantla, en medio, por lo que su significado es “en medio de la tierra”. Topilejo diminutivo castellano de topil, “el que tiene la vara de justicia, alguacil” y el significado de Azcapotzalco es “en la tierra de las hormigas”.

Tulyehualco proviene de la palabra Tulyahualco o Tuyahualco, que significa “en los muros o cercos de tule”.

Xochimilco se compone de xochitl, flor y milli, sementera, “en las sementeras de flores”, los xochimilcas fueron los primeros que llegaron al valle y que se dedicaron al cultivo de flores.

Zacatenco, proviene de zacatl, zacate, yerba de forraje, por lo que su significado es “en la orilla del zacate” por eso en otros lares de habla hispana cuando les decimos que hay que cortar el Zacate, no nos entienden



Deseos utópicos para México


Por_ Antero Duks

El Presidente de la República que México necesita irremisiblemente resulta en realidad una verdadera utopía. Debe decirse de él que nunca se enferma, no se marea, no conoce el cansancio. Tiene un sentido del humor tan fino que cuando bromea a todos causa gracia. Siempre es políticamente correcto y sus palabras jamás son malinterpretadas. Habla un inglés perfecto y una gran variedad de lenguas indígenas. Luce pulcro, proyecta una imagen ganadora, jovial y experimentada. Es carismático, empático, con una gran cultura y conocimiento en múltiples rubros. Su pareja no causa quejas ni de propios ni extraños, al igual que su familia e hijos. Todo en su conjunto, es un ejemplo a seguir.

Esa persona, que bajo el imaginario nacional sería el presidente perfecto, no existe, no existió, ni existirá, al menos hasta que la revolución genética nos lleve a crear a candidato perfecto que cumpla con cada una de nuestras expectativas. Pero mientras la selección se dé con gente cuyo origen sea netamente natural, será mejor que ni lo esperemos.

La adoración a la personalidad con la que se rige cada elección, con mayor intensidad si se trata de una presidencial, nos ha llevado ya no digamos a anhelar, sino a exigir que un candidato sea de un comportamiento imposible para un ser humano. El rigor con el que se son auscultados estos personajes va más allá de los límites de la objetividad, algo que ellos mismos han propiciado y fomentado.

Una persona con una agenda de viajes intensa, presión de medios y contrincantes, presentaciones, sesiones fotográficas y mítines en donde siempre tiene que lucir una sonrisa y una cara de frescura digna de anuncio vitamínico, tiene que cansarse de manera obvia. En algún momento tiene que mostrar un signo del estrés materializado en perdida del equilibrio, irregularidades en el funcionamiento del sistema digestivo, tics nerviosos o lesiones cutáneas. Si usted es veinteañero ya lo empieza a sentir. Si supera los 30 ya sabe de lo que hablo.

Pero para los candidatos eso es imposible de aceptar y se empeñan en ocultar cualquier síntoma. No se vaya a tomar como un símbolo de debilidad. Todos los sabemos, pero nadie quiere pensar en eso. Son nuestros superhombres y supermujeres que jamás pisan siquiera en un sanitario.

Lo mismo sucede con su pasado. Todos tenemos y tendremos algo de qué arrepentirnos. No ejercemos nuestra vida diaria pensando en que podemos ser un presidente. Lo que hoy opinamos, decimos, escribimos y hacemos podría ser un arma utilizada en el futuro para hacernos quedar como incongruentes, tercos, obsesivos, infieles o violentos. Aunque después ya no lo sea. Ubique a cada presidenciable dentro de la categoría que corresponda. Lo mismo puede hacer usted de manera autocrítica y posiblemente encajará en alguna etapa de su existencia.

Sólo en las monarquías, a los príncipes y princesas se les entrena y cuida con ahínco, con la certeza de que algún día llegarán a gobernar un reino. Desde que se han gestado, se sabe cuál será su futuro, qué deben saber y qué no hacer. Pero en una democracia, pedir una inmaculada personalidad en un gobernante es casi como pensar que se cuenta desde cuna con la rectitud y el comportamiento ciudadano ideales para juzgar de forma inquisitoria. Y eso también es ficción científica.