domingo, 15 de agosto de 2010

Los antros

 

Por: Enrique Galván-Duque Tamborrel

Noviembre / 2008

 

 

El Himno Nacional, originalmente decía: "….y retiemble en sus antros la tierra…", pero a su excelencia Antonio López de Santana  no le gustó la palabra 'antros' y Francisco González Bocanegra tuvo que cambiarlo por la palabra 'centros', lo cual resulta una aberración porque la tierra sólo tiene un centro.  Ahora la palabra 'antro' se ve socorrida para calificar a lo que antes les llamaban 'discotecas' –o simplemente 'disco'--  a los locales públicos donde sirven bebidas y se baila al son de música de discos.

Los jóvenes tienen derecho a la recreación, ni duda cabe. No sólo eso. Los jóvenes requieren de ámbitos de recreación que les permitan canalizar su energía, establecer vínculos de convivencia y divertirse.

La falta de espacios para ello es, sin duda, un problema para el desarrollo humano de la juventud, pues la ociosidad, se ha dicho hasta la saciedad, es la madre de todos los vicios. No así el ocio, entendido en su acepción de "obras de ingenio que uno forma en los ratos que le dejan libres sus principales ocupaciones", según la Academia de la Lengua.

Pero así como la carencia de espacios de recreación es un riesgo, también lo es la existencia de algunos –quizá no todos– antros en donde los jóvenes se encuentran en riesgo, pese a que el baile, la escucha de música y la convivencia en sí mismos no lo sean.

Aquí hay que precisar que las costumbres actuales han hecho que los jóvenes hayan cambiado sus hábitos.  No hace muchos años los jóvenes dedicaban gran parte del tiempo para practicando algún deporte al aire libre, como futbol, béisbol, atletismo, excursionismo, etc.  Pero ahora prefieren distraerse en lo ahora llaman "antros".

De allí que la vigilancia de padres y autoridades sea necesaria, e incluso sería conveniente invitar a los jóvenes a ser ellos mismos parte de dicha vigilancia, aunque quizá para otros las posibles denuncias derivadas de ellos se pudieran entender como falta de solidaridad con el grupo.

En los antros se corre el riesgo del alcoholismo. Cierto o no, corre por ahí la idea de que como el negocio de dichos lugares es la bebida alcohólica, se utilizan algunos medios para estimular el exceso en el consumo de alcohol, de lo que da cuenta la Secretaría de Salud respecto del consumo compulsivo ocasional de los mexicanos, particularmente los fines de semana.

La consecuencia, lo han señalado reiteradamente las autoridades policiales, es el elevado número de accidentes automovilísticos que son resultado de manejo imprudencial derivado del exceso de alcohol. Ésta es una de las mayores causas de mortalidad en el país.

De acuerdo con las cifras de la Secretaría de Salud, el exceso en el consumo ocasional del alcohol es alarmante en México, particularmente entre los jóvenes. Pero de allí se puede adquirir la adicción al alcohol, por ese camino, hacia otras sustancias tóxicas.

El tráfico de drogas es el segundo riesgo presente en los "antros". Es muy conocido que en algunos de estos lugares operan, junto a los jóvenes que se divierten, narcomenudistas que aprovechan la euforia derivada del momento, el exceso de alcohol y las presiones de los compañeros, para estimular el consumo de drogas, al menos de manera experimental, y de allí lo que resulte después.

De allí que la actitud juvenil en los antros debiera ser defensiva y solidaria de unos con otros, para protegerse de este tipo de provocaciones, y no de complicidad para caer en vicios de los cuales resulta después muy difícil salir adelante.

Adicionalmente, y sólo como comentario, habrá que recordar que existen "leyendas urbanas" respecto de intoxicación de los jóvenes con éter en el hielo u otras sustancias que provocan desvanecimientos y pérdida del sentido. Rumores que corren de aquí a allá y nunca probados, pero que cubren con una sombra de duda el mundo de los "antros".

Un último riesgo para los jóvenes en los "antros" es el exceso de ruido. Los altos volúmenes que caracterizan la música de esos lugares, y que junto con los juegos de luces buscan "elevar" a los danzantes, tiene un efecto físico sobre el oído de los jóvenes que a la larga provocará sordera.

Los jóvenes menosprecian este riesgo, pero es real. Las autoridades no toman medidas al respecto y permiten que los decibeles se eleven a niveles verdaderamente alarmantes. Ruido que, por otra parte, no permite ni diálogo ni socialización real en dichos lugares.

De todos estos riesgos no se desprende que haya que "criminalizar" a la juventud. Lo que se debe es recibir el mensaje de sus deseos y afanes de diversión. En general ellos no piensan que no sea una diversión sana; quienes buscan lo contrario son excepción o una minoría, por ello sorprende la forma como la policía capitalina actuó en el caso de la disco "News Divine".

Fue un operativo más digno de algunas zonas de Tepito o la Delegación Iztapalapa, donde ni con gala de fuerza se atreve a incursionar la policía, y que constituyen "tierra de nadie". De allí la indignación social por lo ocurrido, no sólo por los errores que propiciaron la muerte de jóvenes que se querían divertir, sino por la forma en que se ejecutó.

Finalmente, habrá que lamentar que, una vez más, estamos ante la posibilidad de que "muerto el niño se tape el pozo". La señal es clara: la juventud requiere de un ocio constructivo, no sólo en la gran ciudad, sino en todos los poblados del país. La gran pregunta que debemos hacernos los adultos, padres y autoridades, es: ¿qué alternativas les ofrecemos?

 

 



 


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