domingo, 15 de agosto de 2010

¿Hacia dónde va la humanidad?

Por: Enrique Galván-Duque Tamborrel

Noviembre / 2008

Desgraciadamente este fenómeno de rechazo, abandono, o auto devaluación de la propia cultura, viene dramáticamente vivido en América Latina, constatable en los millones de personas que cada año emigran a otro país más industrializado o las grandes ciudades de su propia nación, víctimas la mayor parte de las veces de un modelo absolutista Neoliberal que ha fincado al centro de la dignidad humana el signo monetario.

Ganancia y solo ganancia pueden condicionar la duración de la vida y la cultura de estos hermanos nuestros. Cuanto más distante sea la propia cultura del modelo global, tanta mayor resistencia tendrá que enfrentar la persona para engranar en el proceso económico de ganancia.

Por ganancia y por la presión se sobre vivencia física, se coacciona a vender el recinto de la voz de Dios en el hombre. Una conciencia cristiana que busca revertir este modelo corre el riesgo de permanecer en la marginación y el descrédito. Vender la identidad cultural es vender el ser mismo del hombre, su memoria, su arraigo, implican tanto su dignidad metafísica de persona como su indisoluble condición histórica.

La corrupción e impunidad son los guardaespaldas, las muestras de un modelo que une lucro e irracionalidad, un modelo de explotación y control muy semejante al que describía Hannah Arendt con respecto al uso de la propaganda y el terror de los sistemas totalitarios, con la diferencia que en ellos se pretendía aniquilar cualquier ideología que fuese disidente del gobierno totalitario, mientras que, en nuestras sociedades, el modelo dominante, tiene como destinatario de su persecución y cacería, las diferencias culturales.

Pareciera que hemos olvidado, que el liberalismo agnóstico y el comunismo ateo, son hijos del mismo principio de autonomía y soberanía económica que el materialismo devorador ha generado. Uno mediante la posesión idolátrica de la individualidad, otro mediante la adoración de la colectividad. Ambos han erigido el altar sacrificial del dinero, un paradigma en el que se inmola el hombre, donde el creador se ofrece por su criatura, realizando una parodia grotesca de la Historia de la Salvación.

La tensión entre inmanencia y trascendencia. Este reto acecha el desarrollo político económico con dos extremos igualmente perniciosos: El secularismo materialista y el fundamentalismo religioso, polos que en los últimos años se han visto confrontados a nivel político y armado.

Considero que es fatal confundir el movimiento inherente del ser humano de progreso integral, que requiere del desarrollo económico, con la mentalidad del modelo reinante neoliberal que subordina la persona al factor económico. En el primer caso, la economía permite el desarrollo de la dignidad humana "no se tiene para sobre vivir, sino para vivir". En el segundo caso se condiciona la dignidad humana a la economía, "se sobre vive para tener, no para vivir".

El desarrollo de una cultura sana y sólida exige que las condiciones materiales de vida no comprometan la libertad y la dignidad humana. Elementos que no pueden asegurarse en millones de personas que viven en esta latitud en extrema pobreza o miseria. O frente a más de 6 generaciones de ciudadanos que han nacido con una deuda externa que ni siquiera sus bisnietos podrán liquidar aún cuando en este momento se detuviera el monto total del débito. Así, mientras los pocos capitales consistentes son trasladados al extranjero, para asegurar únicamente un patrimonio individual, se corona un sistema piramidal de lesión al bien común, reforzando la arraigada cultura del lucro.

Pero, detrás de esta forma desproporcionada de ambición financiera, ¿Qué busca el hombre? ¿Qué efecto proporciona el dinero en cada uno de nosotros que le buscamos con tanto afán? ¿Cuál es la estabilidad que persigue? La palabra ganancia o lucro ¿No será un denominador cultural de la necesidad existencial de todo ser humano, de buscar una seguridad palpable? ¿La ganancia no estará indicando de laguna manera una acción desesperada de invertir el flagelo de la miseria vivida o temida, en un nuevo y real orden de cosas?

 



 

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