domingo, 27 de diciembre de 2009

Recordando al amigo

Por: Enrique Galván-Duque Tamborrel

Junio / 2009

 

Recién recibí la triste noticia del fallecimiento de un muy estimado amigo, a quien hace muchos años no veía y ni tenía contacto, pero de esas personas que durante varios años --abarcando parte de la niñez, adolescencia, juventud y primera etapa de la adultez--  fuimos amigos casi de –como se dice vulgarmente--  "uña y mugre".

 

Su muerte obviamente me trajo muchos y felices recuerdos.  Cuando, recién casado nos fuimos  --Angélica y yo obviamente--   a vivir a Rio Bravo, Tamps., acostumbrábamos ir a pasar las fiestas decembrinas –Navidad y Año Nuevo--  a la ciudad de México, para pasarlas con ambas familias.  Durante esa corta pero feliz estadía, aprovechábamos para contactar con los amigos más estimados. 

 

En una de esas ocasiones, si la vetusta memoria no me falla fue en diciembre de 1955, me reuní con Rafael –así se llamaba mi recién fallecido amigo--  a comer en un restaurante del centro.  Rafael era muy estudioso de los problemas "sociopoliticones" –en nuestro argot: social-político-económico--, así es que de inmediato, después de los saludos de rigor: ¿cómo has estado? Hace mucho tiempo que no nos vemos, estás igualito, el tiempo no ha pasado por ti (como si uno se lo creyera, aunque hay quienes si se lo creen), etc., etc., me envolvió en una conversación (o mejor dicho monólogo, claro que de él) sobre socio…, bueno…, de eso…

 

Cuando volteé la cara habían pasado cuatro horas, seguramente que él no tenía ninguna prisa y bueno, pues yo tampoco, así es que seguimos platicando, esto es un decir porque el que siguió hablando fue él.  Lo único que hicimos fue movernos del restaurante a uno de esos que llaman Café Boutique (no sé por qué les llaman así), nos sentamos en una mesita arrinconada y pedimos unos capuchinos y unas galletitas (me gustan mucho esas que les llaman "pastitas"), nos sirvieron y a lo que "te truje Chencha", continuamos la agradable conversación, bueno pues… el monólogo de Rafael.

 

Así llegamos a las seis horas –cuatro en el restaurante y dos en el Café Boutique) de cordial conversación –o que caray, monólogo pues--, qué aguante dirán, pero no, de veras que no, porque aprendí mucho de… eso.  Entre tantas (un titipuchal) de cosas que me expuso, me platicó un problemita que me puso a pensar en serio y el cual trataré de exponerlo a continuación

 

Vamos a suponer (me dijo él) que tú (yo) eres Secretario de Industria y Comercio y que los precios se han disparado tanto para arriba que tú, como alto funcionario del Gobierno, te entera del descontento general y tienes que dar una explicación para tranquilizar los ánimos.  Claro que la solución más sencilla sería la de presentar tu renuncia, hacer mutis calladamente y retirarte a llevar una vida tranquila y sin sobresaltos en un país apacible, en donde se conozcan todas las divisas del mundo y no se hagan preguntas indiscretas.  Pero como tú eres hombre de agallas, y además todavía faltan tres años para que termine el sexenio, optas por quedarte y hacer frente al temporal como los meros machos.  Sin embargo, de alguna forma tienes que capotear a la opinión pública para salir del brete.

 

¿Qué harías tú?, me preguntó él, y después de un sorbo al capuchino, me dijo que él había analizado algunas soluciones que, aunque tenían sus inconvenientes, los que me iría indicando, podrían ser las más viables, a saber:

 

A)      Explicar que se trata de una etapa lógica en el proceso de desarrollo, una situación temporal y meramente coyuntural (palabra esta muy socorrida en los medios políticos, y la gente ya está harta de tantas coyunturalidades, tanto que el día menos pensado te reciben con una pedrada que te haga saltar todas las coyunturas).

B)       Asegurar que el gobierno está consiente del problema y profundamente preocupado por el mismo, tanto que ya ha nombrado a varias comisiones, que se coordinarán en su oportunidad para estudiarlo a fondo, (con esto retrasas algunos meses la respuesta. Aunqye en unos meses pueden ocurrir muchas cosas, entre otras, que te renuncien y te den las gracias por tus patrióticos servicios.  Lo cual bien vistas las cosas, sería una solución para ti y para el país.  A pesar de que esto último no es muy seguro, pues ya sabemos lo que son los sucesores)

C)       Declarar que: "El aumento de los precios, siendo lamentable, está ampliamente compensado con el aumento de las percepciones".  Tú, naturalmente, te refieres a las percepciones de los intermediarios, de los padrinos, de ti mismo y de tus colegas; nada más tienes que tener cuidado de que esto no trascienda.

D)      Inaugurar algo, (digamos un mercado sobre una sola rueda, una exposición de artesanía haitiana o de maquinaría europea, una pescadería pintada de anaranjado y con pececillos multicolores, etc.). Y en el discurso de inauguración, soltar una cantinflada como la de decir que "la situación no es solecía, pero tampoco luciférica ni alarmante.  Si algo remontra, puede asegurarse que se trata de un fenómeno circunstancial que obedece primordialmente a pretexciones de conexos fréticos y antirrevolucionarios.  Si la situación fuese alarmante, yo sería el primero en estarlo.  Y ¿acaso estoy alarmado?, ¿Lo está el señor subsecretario de Pesca, Banprese y trinquetes que me acompaña?  Abandonemos pues el alarmismo y desoigamos a los alarmistas.  Son ellos los que se que se auto-alarman y luego siembran la alarma entre otros ya de por sí alarmados".  (No creas que esto es una tomada de pelo.  Declaraciones oficiales como esta, y aún más gordas, se hacen todos los días y son tragados por el manso pueblo y los estoicos contribuyentes).

E)       Adoptar una expresión serena, y con mirada firme y sosegada, como si fueras a decir algo trascendental, algo muy pensado, algo que ha requerido cuantiosos sacrificios, innumerables desayunos de trabajo, fuertes presiones de la CIA y combates contra potencias del primer y segundo mundos; declarar enfáticamente como si fueras otro Fidel Velazquez: "No estamos dispuestos a que continúa el alza de precios.  Puedo asegurar que los precios no subirán ni un milésimo de uno por ciento en los próximos dieciocho meses, ya que nuestra economía  es por demás sólida y cada vez se fortifica más con el ilimitado crédito en el extranjero.  No hay de que preocuparse mientras nos dure el BID, el EXIMBANK y el FOMOIN.  Pero repito, no toleraremos que suban más los precios.  Si alguno de ustedes se entera de que han subido en alguna parte, los insto a que me llamen por teléfono para notificármelo.  ¡Y ay del que los suba!, todo el peso de la ley caerá sobre él".  (Claro que nadie te va a creer, y además la gente no está preocupada por lo que vayan a subir los precios, sino por lo que ya subieron.  Sin embargo el, el público continúa siendo lo suficiente bobalicón y tragacuentos como para impresionarse con discursos de orador de sindicatos o de federación estudiantil).

F)       Echarle la culpa a otro señor secretario.  Esto sería lo más sencillo de todo, nada más que te arriesgas a que ese otro señor secretario, a la primera oportunidad, te eche la culpa de todo, desde el alza de precios de las canicas hasta la última devaluación del cruzeiro brasileño, así como de un brote guerrillero en la Sierra Lapuerta).

G)      Culpar a los críticos e intelectuales, enemigos del sistema.

 

Así las cosas, tú escoge amigo.

 

Realmente no supe que escoger, por lo que, después de meditar un rato, apurando el resto de mi último capuchino, le dije: "mira cuate, a mi no me gusta la cartera de Industria y Comercio, prefiero una de piel de camello".   ¡ABUR!

 


«La vanidad es la gloria de los pobres de espíritu»

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