domingo, 27 de diciembre de 2009

¿Por qué el "amor libre" no es amor?

 

Por: Enrique Galván-Duque Tamborrel

Abril / 2009
 

El peso sufre una devaluación en estos días y mucha gente, con razón, está muy preocupada. Sin embargo, desde hace décadas el amor ha sufrido una caída estrepitosa, y poco o nada nos ha interesado.

La comprensión de su naturaleza es cada día más confusa, pues en unos cuantos años, seudo ideologías como el permisivismo y el hedonismo nos han bombardeado –sobre todo a través de la televisión– de innumerables ideas e imágenes a las que llaman "amor", y que en realidad son opuestas al verdadero significado de este concepto.

El viejo eslogan de los años 60 –"el amor es libre"– ha tomado en el siglo XXI una fuerza tal, que hoy muchos de los que dicen amar se refieren más bien a un sentimiento egoísta, a una pasión desequilibrada.

Y es que el defecto fundamental del amor libre no es que ponga al amor por encima de todo, sino que no lo haga. Pone a la libertad individual por encima del amor. "Te doy todo, menos mi libertad, que es lo que más aprecio. La aprecio por encima de ti", dicen los diálogos de los programas y series más populares del momento.

¿Acaso no comprometerse es amor? ¿Será el amor como lo pintan en la pantalla, cuestión de "química" o complacencias inmediatas, fáciles y atractivas?

Le cuento que hace poco más de un año un matrimonio de casi 40 años de casados sufrió una tragedia: el esposo tuvo que ser intervenido quirúrgicamente por un derrame cerebral y a raíz de la operación quedó parapléjico.

Desde hace más de 12 meses el hombre se encuentra en silla de ruedas, alimentado por una sonda y sin poder hablar. Su esposa, desde entonces, permanece a su lado día y noche, atendiéndolo en todo momento, animándolo de palabra y con su espíritu de alegría.

Ella no deja de hablarle, a pesar de no estar del todo segura si él la escucha. Y por si fuera poco, recibe a los amigos y familiares que llegan a su casa con una gran sonrisa. La sonrisa de una mujer que tiene bien claro que el amor conyugal se demuestra en las buenas y en las malas. 

Quienes han ido a visitar a esta pareja suelen decir que Gabriela es el mejor testimonio de lo que es el amor incondicional y para siempre, que debe existir entre los esposos.

Tristemente, una de las causas que más ha devaluado la naturaleza del amor en estos tiempos es la promoción que se hace por todos lados del amor cualitativo. De esa clase de amor que no ama a las personas en sí mismas, sino sus cualidades, e incluso sus pertenencias. La característica de este supuesto amor es idealizar alguna cualidad física, profesional o del estatus de la persona. 

Basta con echar un vistazo a cualquier serie de moda o revista del corazón, para toparnos con ese culto desmedido al físico o al dinero. ¿Cuántos jóvenes a causa de los continuos mensajes de la televisión, revistas o canciones, valoran más el tener que el ser?

Lo que la televisión no les dice es que quienes se "enamoran" de una sola cualidad de la persona, por lo general terminan su relación con la clásica expresión: "¡Se acabó el amor!". Y es que si perdemos el encanto por aquello que tanto se admiraba de la pareja, ¿qué nos puede quedar?

¿Sabe usted? Quizá nos puede quedar reflexionar en el verdadero amor. En esas cátedras que hoy nos dan tantos matrimonios, como el de Gabriela y Alberto, que a pesar de los obstáculos, problemas o enfermedad de alguno de los cónyuges, su amor no sólo permanece sino se fortalece cada día más. 

Tal vez no está de más, en esta época en donde los mensajes de lo que es el amor son cada día más confusos y apartados de su naturaleza, meditar en el amor real, el que nace de la voluntad, el que no se estanca en el puro sentimentalismo.

El caso es que mientras la caída del peso tiene preocupados a muchos en estos días, la caída del amor parece no interesarnos.

No está mal preocuparnos por la estabilidad de nuestra moneda, eso mejora una parte de nuestra vida. Pero mucho más nos conviene revalorar el amor verdadero, el sólido, el incondicional, el que es para siempre, pues eso edifica y estabiliza todo nuestro ser. Y además, contagia a otras parejas a seguirlo.

Además, el verdadero amor es perenne, es para toda la vida, es eterno.  Así se dice: Mi amor es tuyo incondicional y eternamente.  Así debe ser, en las buenas y en las malas, parejo, único, sublime.

 
«La vanidad es la gloria de los pobres de espíritu»

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