domingo, 27 de diciembre de 2009

¿Por qué en EU el Presidente sí hace cosas y en México no?

Por: Enrique Galván-Duque Tamborrel

Julio / 2009

 

La democracia considera dos premisas. La primera, que las mayorías tienen la razón; y la segunda, que aquellos a quienes se les confiere el poder para gobernar, lo harán en beneficio de la sociedad. Esas dos premisas se han convertido en mitos en nuestra democracia.

Primeramente, porque nuestra democracia tiene problemas de representatividad, ya que los ciudadanos no nos involucramos en la cosa pública. Si a eso le sumamos las campañas de "genios" que pretenden que anular el voto dará una lección a los malos políticos, la cosa empeora.

En el pasado, los votos por Cantinflas, el Pandita o el actor de moda, no hicieron sino beneficiar a partidos con estructura corporativa. No hay razón para pensar que en esta ocasión no los volverá a beneficiar.

Por el lado de los resultados, en nuestra incipiente democracia no necesariamente han sido los que se esperaban o los que se deseaban. Ya sea que se trate de situaciones externas o inesperadas, ineficiencias, o un afán de obstaculizar las cosas, empieza a haber una gran desilusión de nuestra sociedad por la democracia.

Y es que esos mitos en torno a la democracia han generado expectativas que se han convertido en decepción para amplios segmentos de la sociedad.

Quizá uno de los mitos más perniciosos, ha sido la creencia del Presidente omnipotente, ese que puede hacer que desaparezca la crisis por decreto, y que puede (y debe) solucionarle la vida a todos.

México no es el único caso: En Estados Unidos un amplio segmento de la población –para variar y no ser la excepción, los inmigrantes latinos, que ahora suma un importante porcentaje de la población estadounidense--   pensó que con la elección de Barack Obama se solucionaría la crisis económica global, situación que todavía no se ha dado.

Lo que es una realidad, es que el Presidente Obama, al presentar sus propuestas y proyectos, ha tenido un apoyo importante en todos los sectores de Estados Unidos, por lo que aún y cuando sus propuestas pudieran no ser las más convenientes, tienen la ventaja de que contarán con el apoyo necesario para realizarse, cosa que en México no se da, pues al Presidente Calderón se le exige mucho pero se le niega el apoyo necesario, como si solo pudiera decidir o hacer, como antaño –en la época de la Trinca Infernal (PNR-PRM-PRI)--  se hacia.

Otro mito de la democracia en nuestro país, consiste en afirmar que la diversidad de representatividad de grupos políticos enriquece la democracia creando "pesos y contrapesos" que necesariamente generan iniciativas que benefician a un mayor espectro de la sociedad.

Es así que en México, desde el año 2000 --cuando se produjo el cambio anhelado bajo el liderazgo de Vicente Fox--  el poder del titular del Ejecutivo está acotado por el Poder Legislativo. Esa situación, que ha demostrado ser positiva para democracias más desarrolladas, se ha convertido en un lastre para la toma de decisiones relevantes en nuestro país.

Y es que en nuestro ambiente político, el fracaso del contrincante se ve como un activo a las propias aspiraciones, por lo que se crean motivaciones para que, en nombre de la "defensa del pueblo", de la "soberanía", o de la misma democracia, se obstaculice todo aquello que pueda legitimar al contrincante.

Siendo el Presidente la figura más relevante del entorno político, se cuenta con un extraordinario parapeto para achacarle el que las cosas no funcionan.

Finalmente, en nuestro país vivimos un mito de representatividad. En una democracia funcional se entiende que los legisladores deberían de buscar acuerdos que beneficien a sus representados; pero en una democracia partidista como la nuestra, los legisladores, trabajan para su partido político y no para sus representados.

Una vez más, con todos los problemas y vicios que puedan tener, los legisladores de nuestros vecinos del norte no tienen problema en apoyar iniciativas de sus opositores políticos, si con ello pueden mejorar las condiciones de vida de la mayoría de sus representados.

Si tomamos como referencia la manera como el Presidente de Estados Unidos ha tenido el apoyo de la mayoría del Congreso (de su partido y de la oposición), y lo comparamos con la parálisis que tenemos en nuestro país para adoptar las medidas que nos hagan más competitivos, nos podremos dar cuenta que nuestros vecinos tendrán más posibilidades de solucionar la crisis que nosotros, que tenemos grupos políticos que prefieren que el país se colapse a buscar alternativas que pudieran mejorar la situación porque beneficiarían a sus contrincantes.

En el vecino país del norte es muy común ver y oír que los legisladores del Partido Republicano aplauden y apoyan iniciativas de Barack Obama, es por eso que el Presidente los Estados Unidos si hace cosas y el de México está condenado a remar contra la fuerte corriente de los opositores.

Ante esa situación, ¿qué alternativas tenemos? La solución no consiste en no participar, anular el voto, o pensar que las cosas se solucionarán el día de la votación. Así es como el país ha actuado en el pasado, y es esa quizá una de las causas de que no hayamos encontrado mejores soluciones.

El problema político en nuestro país, que nos afecta a todos, se solucionará exigiendo a los políticos resultados y transparencia. Eso no se puede hacer en un solo día.

Requerimos que quienes deban de tomar las decisiones, cuenten con el apoyo necesario para lograr sus proyectos. Cuando el poder está pulverizado, no hay responsables ni soluciones.

La solución empieza el día de la votación, pero ahí no termina. La democracia no es asunto de un día. Creer eso sería darle crédito a los mitos.

Lo muy lamentable que nos sucede a los mexicanos es la falta absoluta de unidad y la carencia de racionalidad, no razonamos, sólo basta ver un debate en la Cámara de Diputados durante cualquier sesión.  Cualquier propuesta de un partido, por buena que esta pueda ser, los otros partidos se le echan encima, pero con el agraviante de que hasta las burlas e insultos de llega.  El radicalismo de las llamadas izquierdas deshace cualquier iniciativa de los que no comulgan con ellos, esto es un hecho.

 

 
«La vanidad es la gloria de los pobres de espíritu»

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