miércoles, 9 de diciembre de 2009

Mujer sin barreras


Por: Enrique Galván-Duque Tamborrel


Octubre / 2009




Como la historía que a continuación narraré hay muchas a lo largo y ancho del globo terrestre, pero la mayoría lamentablemente se quedan en el anonimato, y digo lamentablemente, porque no dejan de ser un valioso ejemplo de cómo la humanidad, si se lo propone, tiene alcances casi ilimitados.


Con apenas 25 años, Natalie Du Toit se ha convertido en todo un símbolo del deporte sudafricano, al ser la primera atleta paralímpica en calificarse a unos juegos convencionales. Su especialidad: la natación.


Cuando era pequeña, Natalie odiaba esta actividad, pero el destino la haría coincidir con el agua a través de su hermana, quien asistía a una academia. Poco a poco, la traviesa niña descubrió la belleza de una piscina y encontró su vocación y su mayor motivación.


Su carrera comenzó a tomar forma en 1998, al proclamarse campeona de su país en los 400 metros, rompiendo marca nacional. Esta proeza le permitió formar parte del equipo sudamericano que asistió a las Olimpiadas de Sydney 2000.


Sin lugar a dudas, era una de las mejores promesas sudafricanas del momento, hasta aquel fatídico 26 de febrero de 2001. Después de un típico día de entrenamiento, Du Toit se dirigía a la escuela cuando fue envestida por un automóvil que le destrozó la pierna.


La atleta estuvo consciente en todo momento, y al ver su cuerpo, supo que nada bueno derivaría de ello. Los médicos esperaron unos días, buscando una solución para no amputarle la pierna, pero no había alternativa posible, así que insertaron una barra de titanio para sustituir el fémur destrozado por el accidente y amputaron por encima de la rodilla.


Du Toit, de familia humilde, a partir de entonces demostró su tenacidad para conseguir sus objetivos. Volvió a la piscina y un año después ya era finalista de los 800 libres en los Juegos de la Commonwealth, celebrados en Manchester en 2002.


Empezó a alternar los campeonatos de personas válidas, con su aspiración de acudir a los paralímpicos de Atenas 2004, cosa que hizo con gran éxito, adjudicándose cinco medallas de oro.


Pero su sueño no era ése, su deseo era conseguir nadar de nuevo en unos Juegos Olímpicos y su objetivo estaba en Pekín, en donde logró calificar y terminar la prueba de 10 kilómetros en aguas abiertas, en el lugar 16.


No hay duda que la historia de Du Toit es la misma que empuja a muchos deportistas a llegar más allá de sus límites, aquello que todos los seres humanos tenemos, pero que pocos sabemos explotar.



«EL RESPETO A LA LEY ENALTECE NUESTRO ESPÍRITU»


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