jueves, 4 de septiembre de 2008

El sur-sureste, tesoro inexplotado de México

Por: Enrique Galván-Duque Tamborrel


Situaciones de hecho acercan a grupos que dirigen la política en los nueve estados del sur-sureste. Pareciera que ya maduramos la barbarie que nos agrupó en torno a un falso Plan con Centroamérica, que nunca se concretó. Ahora sólo quedan siglas y el pretexto para hacerle el juego al imperio en eso de poner un dique a los pobres que emigran desde esta región a su territorio. En los hechos, fue sustituido por el “muro de la ignominia” que no detiene a nadie y sí llena de basura gringa la frontera. Ojalá la lección esté aprendida.

Como sea, el sur-sureste posee casi tres cuartos del agua del país, mucho del uranio detectado y la mayoría de los hidrocarburos.
Sólo que por siempre es saqueado de sus recursos naturales, los que registran su valor en arcas de estados ricos, del centro y norte del territorio nacional. En contrapartida, en esta región se concentran pueblos indios, los más pobres de la nación mexicana, la misma que este año tendrá el menor crecimiento de Latinoamérica. Al menos en discurso, esto fue reconocido la semana que pasó, por el Presidente Calderón, durante la Cumbre de la CONAGO en su porción sur-sureste -nada que ver con una escisión, como se pretendió señalar- misma que se realizó en Villahermosa.
Sendas posiciones de gobernadores que plantearon sus demandas de apoyo financiero para llevar a cabo muchas tareas locales de sus respectivos estados, dieron pie a un principio de planeación regional que llama la atención. El ejecutivo federal se hizo eco de las propuestas, expresando compromiso -dijo el gobernador de Tabasco- de “crear un Programa Integral de Desarrollo del Sur-Sureste que considerará obras de infraestructura, carretera, portuaria, hidráulica, ferroviaria, de salud y medio ambiente”, poniendo en marcha, al menos los 93 proyectos consensuados entre los nueve gobiernos estatales, con asignaciones presupuestales anuales hasta por 50,000 millones de dólares. Así se estaría detonando un esfuerzo real por el empleo, que no sólo retenga a gente del campo, sino a muchos de los miles de profesionistas y posgraduados que van a servir al crecimiento del imperio.
Sólo una política de Estado crearía las condiciones para que no sea “veleidad de un día”. Se pide un Fideicomiso que garantice disponibilidad multi-anual de recursos. Muy importante -aunque no se dijo- es que el crecimiento de la región sureña se desvincule del norte y centro del territorio nacional. Aquí, en el sur, están los recursos; allá, los consumidores naturales. Pero ya no de bienes primarios.
Tenemos los hidrocarburos e importamos volúmenes crecientes de gasolinas y otros productos de petróleo, cuando podemos producirlos acá. Las tierras fértiles están abandonadas y estamos comprando hortalizas, cuando podemos no sólo producirlas en los amplios territorios del sur-sureste, sino procesarlas y entregarlas al consumo de bienes de la agroindustria. Tenemos agua y uranio que bien pueden ser utilizados en producir energía para consumo local, pero también para cubrir la escasez en diversos rumbos de la nación.
Para que las cosas se den en tiempo y forma, serán necesarias algunas consideraciones. Primero, cerrar filas, pueblos y gobiernos de Campeche, Chiapas, Oaxaca, Quintana Roo, Guerrero, Puebla, Tabasco, Veracruz y Yucatán. Que las diferencias de criterio político no sean pretexto para romper una imagen de unidad al interior de los respectivos estados y, sobre todo, para mantenerse sólidos ante intereses que buscarán utilizar “el canto de las sirenas” para atraer a gobernantes y partidos cuando se sienta que no se puede cumplir con las promesas hechas.
Sabemos que buena parte de los recursos tendrán origen multinacional. Allá rigen directrices de quienes aportan más, en general, interesados en apoyar proyectos que atiendan problemas de sus países y transnacionales. Ardua lucha espera para negociar con éxito a esos niveles. Bueno fuera que representantes experimentados del Consejo Técnico de Infraestructura del Sur-Sureste, acompañaran las negociaciones de las autoridades federales. No vaya a pasar lo ocurrido en el llamado Plan México, que -según trascendió-, será de menor cuantía por conflictos y fallas de los negociadores nacionales.
Buscar el compromiso federal por 50 mil millones de dólares no es demasiado. El gobierno federal gastó, del 2000 al 2006, 75 mil millones de dólares más, y apenas invirtió 1,000 millones. Lograrlo implica compromiso regional, avanzar a un pacto que articule representación y cooperación de fuerzas políticas con actores sociales, en busca de un despertar al crecimiento. Lograrlo es requerimiento crucial de la hora, la lucha electoral es otra y a otro nivel. Ojalá todas las fuerzas tengan dispuesto este avance de democracia participativa.

Hasta aquí me he enfocado exclusivamente a los enfoques del gobierno, pero la participación e iniciativa ciudadana tiene de hecho la misma responsabilidad. Debemos luchar para cambiar tanto la práctica paternalista del gobierno, como la pasiva de las comunidades. En efecto, los apoyos son necesarios pero hay que saberlos aprovechar, y en esto último le corresponde exclusivamente al pueblo. No puede ser que el pueblo se pase el tiempo pidiendo más y más sin preocuparse en retribuirlo con trabajo productivo.

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