sábado, 19 de enero de 2008

Chiapas y su historia

Por: Enrique Galván-Duque Tamborrel


El olvido en ocasiones mal intencionado, el abandono y el desconocimiento imperdonables de gran parte de nuestros historiadores, con pocas y por ello brillantes excepciones, y la porfiada, contumaz y grosera acusación que se hace a México y a los chiapanecos por parte de nuestros vecinos del Sur, al imputar al primero el abuso de poder al arrebatarles ---dicen ellos--- a Chiapas y el Soconusco y a los chiapanecos el grave cargo de deslealtad por no haberlos seguido al separarse de México, me llevó a esculcar --- hasta donde mis recursos en general me lo han permitido--- la historia de ambos países.

Hace algunos años que en la prensa diaria de la ciudad de México se dio la noticia alarmante de que el río Suchiate, al cambiar el cause de sus aguas, había quitado al territorio de México 962 hectáreas, es decir, cuatro veces más de lo rescatado, después de un siglo, en el “Chamizal”. Esto nos invita a revisar nuestro tratado de límites con Guatemala (Posteriormente la Secretaría de Relaciones Exteriores, desmintió la noticia).

Todavía, por ahí de los años sesenta del siglo pasado, en el diario La Hora, que se edita en la ciudad de Guatemala, un artículo impreso a cuatro columnas del escritor Mario Crespo Morales, en el que, pretendiendo fundarse en las Leyes de Indias y el Derecho de Castilla, sostiene entre otras cosas que “México conforme al derecho debería devolver todos los territorios que le ha quitado a nuestro país ---se refiere obviamente a Guatemala--- a causa de su debilidad, y valiéndose de la situación interna difícil que confrontaba Centroamérica que le impedía poner coto a todos esos abusos. De esa cuenta fue como Guatemala tuvo que verse obligada a ceder ante México todos esos territorios. Pero la fuerza no es derecho y algún día volveremos sobre Chiapas, Soconusco, Tabasco, Campeche y Yucatán. Así también sobre Belice desde luego”.

Parece mentira que a más de siglo de distancia de los tratados de límites entre Guatemala y México y en pleno desarrollo de esta era nuclear que hace vivir a la humanidad un vertiginoso progreso en la ciencia y la técnica, cuando las comunicaciones acortan las distancias y se trata de borrar fronteras y tarifas aduanales en intento de un mercado común que supere las condiciones de vida del hombre, se esté todavía hablando y escribiendo sobre cosas del pasado que deberían sepultarse en aras de una fraternidad internacional que más que nunca se hace indispensable ahora.

Lo anterior ratifica y confirma la sentencia de que del Río Bravo hacía el Norte se muestran orgullosos los Estados Unidos y fuertes ---sólo desde el punto de vista económico--- de Norteamérica, en tanto que a partir de la margen opuesta de ese mismo río hasta la Patagonia, vegetan los pueblos desunidos y débiles de Centro y Sudamérica.

Antecedentes

Para fijar mejor los razonamientos que darán base a mis conclusiones, deseo remontarme al pasado al reafirmar con el gran investigador Daniel Cosío Villegas, que resulta imposible trazar una línea divisoria territorial para la historia de los núcleos de población que ocuparon esta parte del Continente en las épocas precolombina y precortesiana; ya que, en grandes extensiones de territorio casi deshabitado, saltaban de un lugar a otro en la medida de su potencialidad guerrera.

Con una diferencia de siglos en sus movimientos, puede asegurarse que la población flotante se moviliza de manera irregular y tiene flujos y reflujos como el mar. Por ejemplo, la raza de los Chiapas, con la que se fundó la primera ciudad en la Entidad que tomó su nombre de ella, al igual que su escudo y características más pronunciadas, provino de las márgenes del río Paraguay y del Plata. Fue una tribu nómada que cansada de peregrinar hacia el Norte se detuvo por largos años en la provincia de Nicaragua; de ahí que muchos escritores sostengan que provino de ese lugar; pero reanudó su éxodo y llegó hasta las tierras de Chiapas, atravesando necesariamente las de Guatemala, y se situó en las orillas del Río Grande, en la frontera actual con los EE. UU.

En apoyo de lo anterior y de lo que a continuación expongo, existen las informaciones de fray Antonio de Remesal, Clavijero, Torquemada y Bernal Díaz del Castillo entre otros, y la notable similitud en las características de aquellos pueblos de la América del Sur y de Nicaragua con las de los chiapanecos, en sus costumbres, hábitos y hasta en modismos del lenguaje como los que cito a continuación:

Es común y corriente en Chiapas el empleo de la castiza palabra “vos”, al igual que de los vocablos “vení”, “matate, “decímelo”, “hacete”, “querés”, “hacés”, etc.; y en ejemplos de la literatura del Sur, encontramos expresiones como las de la preciosa novela costumbrista de Ricardo Giradles, Don Segundo Sombra, en la parte en que el personaje central fustiga a su ahijado y le dice “hacete” duro muchacho; igual que cuando en un requiebro del baile como el de las “bombas” chiapanecas y yucatecas, dice a su pareja: una, dos, tres, cuatro; si no me “querés” me mato, y en la respuesta oportunísima: una, dos, tres, “matate” si “querés”. En la letra de tangos argentinos que por tanto tiempo estuvieron en boga, escuchamos giros como estos: “decímelo” al oído tan sólo una vez; “decí” percanta que has que has hecho con mi pobre corazón; no me importa lo que has hecho, lo que “hacés”, ni lo que “hagás”. Y así, esta relación se podría alargar tanto como quisiera, pero mejor regresemos al tema principal.

No contento Ahuizotl, octavo rey azteca ---nos dice el historiador centroamericano Domingo Juarros---, con su imperio y pareciéndole estrechos los límites de sus Estados, los amplió y extendió, agregándose el reino de Guatemala.

Enrico Martínez y otros escritores dieron como cosa firme y cierta que Guatemala, antes que los españoles, estuvo sujeta a los mexicanos. Tliltotl, líder guerrero azteca, después de su fracaso ante la tribu de los Chiapas, que por su bravura había domeñado a las razas vecinas de zoques y tzentales, penetró hasta Guatemala en 1502, al decir de Remesal; en tanto que el ejército de Moctezuma II, que en 1505 pasó por Guatemala, pudo llegar triunfante hasta Nicaragua, según nos informan Clavijero, Torquemada, Remesal y Bernal Díaz del Castillo en sus obras conocidas.

De lo anterior se deriva el hecho tan importante descubierto por nuestros arqueólogos, con la indiscutible austeridad intelectual del maestro Alfonso Caso, que en monumentos descubiertos en Chiapas y en Centroamérica se encuentran huellas indubitables de la cultura azteca, de la tolteca, al igual que de la Olmeca en sus jeroglíficos y signos característicos. De lo que se infiere que la cultura maya-quiché de esos pueblos se fundió con la de los mexicanos. De suerte que no fue sólo el poder militar de los españoles que realizó la conquista lo que puede dar fundamento al mapa geográfico que publicó el Atlas Británico en 1799, dando límites territoriales a México desde el Istmo de Panamá hasta los límites norte de los estados de los actualmente estados de los EE.UU.: California, Nevada, UTA, Colorado y Texas, con extensión de más de 4 millones de kilómetros cuadrados, por lo que puede sostenerse que así también en tan basto territorio se mezclaron la sangre y la cultura de nuestra nacionalidad de origen.

Ya bajo el dominio del imperio español, después de la conquista, gobernó a Guatemala, por encargo de Cortés, Don Pedro de Alvarado, desde el año de 1524 en que la conquistó hasta el de 1541 en que murió, es decir 17 años, los últimos de ellos lo hizo como gobernador y capitán general.

Carlos V, en su declaratoria de 1543, confirmada en Toledo por Felipe II, dijo: “y mandamos que el gobernador y Capitán General de las dichas provincias y Presidente de la Real Audiencia de ellas ---se refirió a Guatemala--- tenga, use y ejerza por sí solo la gobernación de aquella tierra y todo su distrito, así como la tiene nuestro Virrey de la Nueva España” (recopilación de Indias, Ley 6ª, Título XV, Libro Segundo). El mismo Carlos V, por Cédula anterior de 1527 había constituido con Nicaragua, Honduras, Chiapas, El Soconusco y el resto de Centroamérica, la Capitanía General de Guatemala; pero por Real Cédula del 24 de noviembre de 1526 Chiapas había quedado sometida a la Audiencia de Nueva España, El Soconusco formó parte de uno de los partidos de Chiapas desde 1797.

Si el derecho es el mejor medio para regular las relaciones tanto entre los individuos como entre las naciones, y si por el medio de él pudiera alejarse el peligro de las guerras, aunque estemos convencidos de que tanto las normas jurídicas, como la historia misma no deben su estructura y existencia a las reglas de la lógica sino a las de un interés finalista y político que las permite; que no nació el concepto de soberanía por ejemplo del hecho de que los hombres se hubieran puesto a reflexionar en lo que es el poder, sino en como es más conveniente que sea ese poder; que la historia se escribe por los vencedores con la intención de justificar sus pasiones; que esa historia ya no es la lux veritatis de que nos hablaba Cicerón, ni “el espejo de la verdad” a que aludía Segur; que no siempre la historia ha trabajado a favor de los hombres en la misma medida en que ellos trabajaron para la posteridad, esa misma experiencia debe conducirnos a luchar tesoneramente porque una sociedad científica tan importante sostenga tesoneramente la rectitud en las apreciaciones y esclarecimiento de la verdad hasta depurar la historia.

La Iglesia en América Latina

El poder casi omnímodo de la Iglesia se hizo sentir en todas las provincias dependientes de España, porque al triunfo francés que impuso a Napoleón sobre los reyes católicos, se descubrió el esfuerzo realizado por las órdenes religiosas para independizarlas de su metrópoli, y poder ofrecer a esos reyes un nuevo imperio. La conjura de la Profesa y la confabulación que sorprendió la buena fe de los insurgentes Vicente Guerrero y Nicolás Bravo en el Plan de Iguala, y la aceptación de los tratados de Córdoba, lo demuestran. A esa misma influencia religiosa debemos atribuir el hecho insólito de que las provincias de Centroamérica, sin haber realizado esfuerzo alguno, sin el olor de la pólvora, se apresuraran a declarar su independencia de España y su incorporación al nuevo imperio que inició el sargento Pío Marcha.

Con anterioridad, la rica zona de Petén había sido conquistada por religiosos dominicos y fue alma de esa empresa fray Bartolomé de las Casas.

No debemos olvidar que, si Guatemala se declaraba independiente de la metrópoli sin haber luchado por la libertad, sin embargo sí había enviado tropas para luchar contra los insurgentes mexicanos. Los entorchados del heroico general Don Mariano Matamoros son buena prueba de ello, ganados en buena lid el 19 de abridle 1813 cuando derrotó estrepitosamente en Comitán a don Miguel Lambrón, comandante de la división de tropas realistas guatemaltecas que, por orden del capitán general de Guatemala, don José Bustamante, habían invadido el territorio mexicano parta venir en ayuda de las tropas realistas.

Guatemala se había convertido en aquella época en el refugio de todos los enemigos de la independencia de México que habitaban las provincias del Sur y Sureste. Multitud de familias de españoles peninsulares y de criollos partidarios de la metrópoli se habían reunido allí, dirigidos y alentados por el arzobispo Casasús, furibundo enemigo de la independencia, como lo demostró en su escrito famoso conocido por el antihidalguismo, y por el general Bustamante. Es importante hacer notar que a los criollos que se oponían a la independencia, indebidamente se les ha llamado traidores a la patria, porque no lo eran en tanto que todavía no existía el nuevo país, si en cambio debían, hasta ese momento fidelidad a la metrópoli. Caso diferente fue el de los españoles peninsulares que fueron partidarios de la independencia, pues ellos sí traicionaron a su patria (España), sin embargo nunca se les trató como tales ---aquí y allá--- una vez finalizada la contienda, entre ellos podemos citar a un destacadísimo Francisco Xavier Mina, que luchó en forma por demás heroica a favor de la independencia.

En la referida batalla de Comitán cubriéronse de gloria, al mando de Matamoros, los batallones del Carmen, San Luís, San Ignacio y el escuadrón de caballería de San Pedro. Los realistas guatemaltecos, que a su entrada a territorio mexicano, habíanse destacado por su crueldad y violencia, como lo demuestra la matanza de veinticinco infelices en el pueblo de Niltepec, y la destrucción material que provocaban por donde pasaban, huyeron desordenadamente, dejando en poder del ejercito insurgente tan cuantioso botín que la división de Matamoros quedó abastecida suficientemente, y por mucho tiempo, de víveres, armas, municiones y vestuario.

Chiapas, no. Chiapas luchó por la independencia, hombro con hombro con los insurgentes mexicanos.

Y cuando llegó el momento de la separación definitiva de España, Chiapas se anticipó a todas las provincias que formaban parte de la Capitanía General de Guatemala y en la ciudad de Comitán proclamó la suya el 28 de agosto de 1821, animados los partidarios de la independencia por las gestiones patrióticas de fray Matías de Córdoba, clérigo digno de figurar al lado de tantos sacerdotes mexicanos que lucharon y dieron su vida por la independencia de México.

Los ilustres personajes que firmaron el Acta de la Independencia en Comitán, fueron: Pedro Celis, Ignacio Ruiz, A. Solórzano, Manuel Gordillo, Juan García, Ricardo Armendáriz, Manuel de Ulloa, José Castañeda, Mariano Solórzano, Miguel Ortiz, Victoriano Cancino, fray Matías de Córdoba, fray Juan Perrote, fray Ignacio Barnoya, Francisco Villatoro, Gervasio Tovar, Juan Crisóstomo Hernández, José Albores, Domingo García, Cándido Solórzano, Miguel Domínguez, José Benito Ortiz y Marcial de Camposeco. Honor a quien honor merece.

¿Qué hizo, acto seguido, esta Junta Provisional? ¿Se puso en contacto con Guatemala? No. Lo que hizo inmediatamente fue designar a uno de sus miembros, el presbítero don Pedro José Solórzano, facilitándole amplios poderes, para que, con la mayor urgencia, se trasladase a la Ciudad de México y gestionase la incorporación de Chiapas al Imperio Mexicano. Tan ardiente y entusiasta era el portador de esta misión que, llegado a la capital mexicana en noviembre de 1821, logró su objetivo el 16 de enero de 1822, fecha en la que la Regencia del Imperio declaraba que la provincia de Chiapas quedaba incorporada para siempre al Imperio Mexicano, con iguales derechos, prerrogativas y obligaciones que correspondían a las demás provincias mexicanas. Este documento histórico está firmado por Agustín de Iturbide, como Presidente, y por los señores Manuel Velásquez de León, Antonio Joaquín Pérez, obispo de Puebla, y José Manuel Herrera, los que componían la Regencia.

Esta frialdad, este desarraigo de Chiapas respecto a Guatemala era lo normal, pues Chiapas nunca quiso pertenecer a la división política y administrativa de la Audiencia de Guatemala. Si estuvo temporalmente unida a esta última, fue de manera estrictamente formal, por imposición de las autoridades españolas que hacían divisiones a su conveniencia o de sus paniaguados, pero teniendo en cuenta muy pocas veces el verdadero interés de los pueblos. Chiapas siempre gravitó hacia la Nueva España, y en la primera ocasión que tuvo que manifestar su verdadera voluntad, lo hizo conforme a su íntimo deseo y públicos afanes.

Pero hay más. Diez años antes de consumarse la independencia, celébranse en Cádiz las Cortes españolas convocadas en 1810 y clausuradas en 1813, tomando acuerdos y soluciones que afectaban a todo el Imperio Español, incluyendo a Guatemala y a Chiapas. La provincia de Chiapas envió como diputado a aquellas Cortes a don Mariano Robles, presbítero y secretario del Obispo de Ciudad Real de Chiapa, nombre antiguo de la actual San Cristóbal las Casas. Pues bien, el diputado Robles, representante de Chiapas, actuó en aquellas Cortes en forma absolutamente independiente del diputado por Guatemala, don Antonio Larrazábal. Léanse los discursos, los informes, las intervenciones de del diputado Robles y se verá que nunca actuó total y absolutamente como representante de Guatemala. El actuaba exclusivamente como representante de Chiapas, estando a punto de lograr allí la total independencia de su provincia del tutelaje de Guatemala, pues llegó a gestionar la creación de una diputación provincial en Chiapas, y si no se llevó a efecto fue porque la llegada a España de Fernando VII y su camarilla de serviles, con la vuelta al absolutismo, provocó allí y en todo el Continente Americano, un recrudecimiento del reaccionarismo, anulándose todas las disposiciones liberales de las Cortes y mandando a prisión, incluso, a los diputados progresistas que no pudieron huir.

En un discurso histórico pronunciado por el diputado don Mariano Robles, en la sesión que las Cortes celebraron el 29 de mayo de 1813, pide que, considerando que Guatemala no puede atender, por su lejanía, los asuntos de Chiapas, se cree aquí una diputación provincial, exclusivamente de Chiapas. Hay que recordar que, con la Constitución de Cádiz, desaparecían los virreinatos, las audiencias generales, los gobernadores, y, en general, toda la vieja administración, y se substituían tales organismos por diputaciones provinciales, dependiendo cada una de Madrid, e independientes las unas de las otras. O sea, que el diputado Robles ya planteó en esa sesión la total independencia de Chiapas respecto a Guatemala.

Pidió igualmente el diputado Robles, en la misma sesión que se estableciera en Chiapas una Universidad, y que, rompiendo el privilegio que tenía Acapulco para la navegación comercial, se abrieran los puertos de Tonalá y Tapachula, a fin de facilitar el comercia con Guatemala y la Nueva España.

Las Cortes sometieron a estudio de las correspondientes comisiones las peticiones del diputado por Chiapas, y, cuando el rey disolvió las Cortes pocos meses después, y anuló lo hecho por ellas, Chiapas había ya, de hecho, la apertura de sus puertos, como lo demuestra el respectivo decreto del 29 de octubre de 1813, cuyas partes principales dicen así: “Las Cortes, deseando facilitar el Comercio de la provincia de Chiapas con Guatemala, Nueva España y el Perú; y atendiendo a la prosperidad y ventajas que de ello han de resultar a sus habitantes, han tenido a bien decretar lo siguiente: Se abrirán los puertos de Tonalá y Tapachula del Mar del Sur, en el Partido de Soconusco, con libertad de derechos por diez años....”


Este decreto, además de probar que la provincia de Chiapas se desenvolvía sola y por sí misma en las Cortes españolas, demuestra de manera indubitada que el Partido de Soconusco era considerado en España como perteneciente a la jurisdicción de la provincia de Chiapas.

Queda bien claro, pues, que la provincia de Chiapas nunca estuvo sometida de hecho, ni política ni administrativamente, ni siquiera eclesiásticamente, puesto que tenía su propio obispado, a la provincia de Guatemala; que, aunque sí perteneció, lo mismo que la provincia de Guatemala, y con igual categoría que ella, a la Audiencia y Capitanía General de Guatemala, como lo hicieron en iguales condiciones Honduras, Costa Rica, Nicaragua y El Salvador, fue, no por su voluntas, sino impuesta por la fuerza de las circunstancias y el capricho del Consejo de Indias y del rey, quienes eran los que determinaban las divisiones administrativas, sin dejar derecho a los pueblos para oponerse.

Queda por tanto bien claro también que, al recabar su independencia Chiapas, lo hizo separándose de la Capitanía General de Guatemala, a la que estaba unida sin su voluntad, y no de la provincia de Guatemala, a la que nunca perteneció, y con la que sólo tenía lazos administrativos a través del Capitán General y Presidente de aquella Audiencia.

En el curso de tres siglos que duró la Colonia. Chiapas se manifestó en cuanta ocasión se le presentó, como deseosa de pertenecer a la Nueva España, y varias veces lo logró. Ahora, finalmente, es parte integrante de la federación que conforma los Estados Unidos Mexicanos, país cuyo nombre universal es México.

El cargo de traición que, de vez en cuando, y más para molestar que por otra cosa, se les suele adjudicar a los Chiapanecos por algunos guatemaltecos insensatos, más deberían aplicárselos a sí mismos, pues habiendo sido Guatemala parte integrante del Imperio Azteca antes de la conquista por los españoles, se separaron de su nación matriz. Claro que, como ya antes lo dijimos, la repartición y acomodo de las tierras después de la conquista fue hecha a voluntad única de los españoles.

Incorporada Chiapas a México, un acto indebido del general Vicente Filisola, al disolver esa Junta Suprema de Chiapas, provocó la rebeldía de los chiapanecos que en Comitán, Zapalutla y Tuxtla proclamaron el Plan de Chiapas Libre que a la postre triunfó e hizo que la nueva entidad permaneciera por espacio de tres años independiente tanto de Guatemala como de México y de cualquiera otra potencia. Por la misma época, la ciudad de Tapachula declaró también, sin cubrir fórmulas ni requisitos, la separación del Soconusco de Chiapas, de México y de Guatemala.

Con el respeto al principio de autodeterminación ---que desde entonces empezó a forjarse para convertirse en un principio inalterable de la política mexicana--- permitió que se diera oportunidad a estas dos ricas regiones del territorio nacional, a que sus habitantes, sin presión alguna y después del tiempo que quisieran tomarse, ratificaran o rectificaran su voluntad de ser mexicanos. Chiapas, como se ha dicho, se tomó tres años para eso y su departamento del Soconusco diecisiete; pero, a la postre, después de una consulta plebiscitaria, el 14 de septiembre de 1824, doce partidos, con ciento cuatro pueblos y 172,973 habitantes, ratificaron solemnemente su deseo de ser mexicanos.

Con anterioridad a dicho acto, Guatemala ya se había obligado a respetar la voluntad de los chiapanecos, cuando dijo a la Junta Constituyente de Chiapas: “Que si al fin los Chiapas quisiesen agregarse a estas provincias ---las de Centroamérica--- se les recibiría con el mayor placer, y éstas estimarían completa entonces su felicidad, y si las mismas Chiapas creyesen más conforme a sus intereses continuar separadas, no obstará para que puedan y deban contar enteramente con la amistad, la fraternidad y los servicios del Estado Guatemalteco”. (Decreto del 18 de agosto de 1824).

Chiapas había resuelto su separación de Guatemala “aún para el caso de que ésta se sometiera al Imperio Mexicano” y en el acta de independencia hizo constar expresamente que se negaba a distribuir el documento similar de Guatemala, por no sentirse subordinada a esta República.

La Junta de Gobierno disuelta por Filisola y reconstituida por voluntad popular que acató el coronel Felipe Godallos, expedicionario militar mexicano a quien dejó Filisola como jefe de armas, nombró primero a don Manuel Rijas como jefe político de la provincia y al citado coronel como comandante militar; pero al triunfo del Plan de Chiapas Libre, ambos fueron sustituidos por Manuel Zebadúa, hermano de don Marcial, del mismo apellido, que en aquella época era ministro de Relaciones Exteriores de Guatemala. Los dos primeros eran partidarios de la anexión a México, y el último, acérrimo simpatizador de la anexión a Guatemala.

Hasta 1842, siendo Presidente de México don Antonio López de Santa Ana, se logró la reincorporación a México y desde luego a Chiapas de la zona del Soconusco que, como ya se expresó, se había separado por acta del 24 de junio de 1824.

Para demostrar que México jamás presionó a los habitantes del Sur, paso a recordar que toda la actuación de Filisola en Centroamérica confirma y ratifica la vieja convicción mexicana por la libertad; al ordenar que en todos los casos fuera respetada la voluntad de los hombres para autodeterminar su forma de gobierno. Así fue como por instrucciones de su gobierno, ayudó a formar la Federación Centroamericana y la defendió hasta el punto de pedir a Chiapas el envío de sus delegados al Congreso Centroamericano, y de escribir una célebre carta aconsejando respeto a los guatemaltecos que, según sus propias palabras, nos ayudarían a cuidar la integridad de nuestro territorio y las espaldas de nuestro país en sus luchas con los EE. UU. La historia se ha encargado de probar cuán equivocado estuvo a este respecto Filisola.

A la caída del Imperio de México, presidido por don Agustín de Iturbide, Centroamérica se constituyó en una Federación Soberana e Independiente de México, España y cualquier otra potencia tanto del Nuevo como del Viejo Continente, en julio de 1824, sin protestas por parte de nuestro país; pero Chiapas y El Soconusco ya no pertenecían a la Capitanía de Guatemala, ni formaron parte de la nueva entidad separatista, sino que permanecieron independientes hasta el 14 de septiembre de ese mismo año en que se incorporaron a México.

El problema de límites

En una memoria presentada al Congreso de la Unión en 1871, don Matías Romero, entonces Secretario de Relaciones Exteriores de México, al ocuparse de la cuestión de límites con Guatemala, principió diciendo: “El ejemplo de México y Guatemala es acaso el único que se presenta de dos naciones vecinas, del mismo origen, de idénticos intereses, que formaron por algún tiempo una sola, y que sin embargo hayan permanecido por cuarenta años sin celebrar ningún tratado de límites ni de otro género. Parecía natural creer que estaba en el interés de Guatemala, más bien que en los de México, asegurar por medio de un tratado la demarcación de los límites entre ambas repúblicas. Esto, sin embargo no ha sido así: México ha estado siempre dispuesto a hacer tratados amistosos y equitativos con Guatemala, al paso que ésta potencia se ha rehusado constantemente a firmarlos. La explicación de esta resistencia ha sido la creencia, o por lo menos la esperanza, más que ilusoria que parece ha tenido Guatemala de poder recobrar alguna vez el Estado de Chiapas”. (Expediente de la Secretaría de Hacienda relativo al Soconusco. 1870-1871)

No sólo la observación atinada de don Matías Romero dificultó la fijación de los límites entre las dos repúblicas, ya que la sinuosidad del terreno y las fuertes avenidas de sus ríos, contribuyeron a obstaculizar la empresa. Ambos países nombraron una comisión técnica que los representara, por el lado guatemalteco fueron técnicos alemanes y por el mexicano fueron técnicos mexicanos encabezados por el ingeniero geógrafo don José Tamborrel Siqueiros. Aquí cabe señalar un hecho poco conocido, que no por ello deja de ser importante y que debe llenar de orgullo a los ingenieros mexicanos, resulta que se presentó una gran polémica en la determinación de los límites fronterizos en la zona de los estados de Tabasco y Campeche ---polémica que en ciertos momentos tornose muy ríspida--- pero la preclara inteligencia y los argumentos del ingeniero Tamborrel convencieron a los ingenieros alemanes y le dio a México varios miles de hectáreas, convirtiéndose en el único mexicano que ha ganado tierras para México con la única arma de la ciencia. Honor a quien honor merece.

Anécdota: Cuando se estaba integrando la comisión técnica que se encargaría, por parte de México, de fijar los límites fronterizos con Guatemala, y a sabiendas ya de que por parte del país vecino sería una comisión integrada por técnicos alemanes ---los alemanes gozaban de un gran prestigio en todas las ramas de la ciencia--- , el ingeniero mexicano don Alberto Amador, de gran prestigio en México y amigo personal del Presidente de la República general don Porfirio Díaz Mori, le recomendó a un joven ingeniero, originario de la hacienda de Delicias (ahora Ciudad Delicias), Chihuahua, de nombre José Tamborrel Siqueiros. Don Porfirio le observó al ingeniero Amador que su recomendado era aún muy joven y que quizás le faltaría capacidad y experiencia, a lo que el ingeniero repuso: “no lo recomiendo por su juventud, aunque esta le va ha ser muy útil para soportar favorablemente las inclemencias de la región, sino porque estoy seguro de sus conocimientos e inteligencia llenaran con creces la capacidad y experiencia suficientes y necesarias”. Así fue que el ingeniero Tamborrel fue nombrado jefe de la comisión y respondió con creces la confianza en él depositada por el Presidente de México. Ya casi para terminar los acuerdos, se suscitó una fuerte polémica con la comisión guatemalteca, pero el ingeniero Tamborrel, con fundamento en sus conocimientos científicos, ganó para México aproximadamente 4000 km2 (400,000 Has.), que es la franja de aproximadamente 200 Km. de largo por 20 Km. de ancho, comprendida del paralelo 18º al 17º 49’, en el tramo fronterizo de los estados de Campeche y Quintana Roo con Guatemala. El ingeniero Tamborrel se enamoró de Tabasco y de una tabasqueña, casó con doña Clementina Suárez Vela, oriunda y vecina de Tenosique, con quien procreó cinco hijos, todos orgullosamente tabasqueños. En Tenosique vivió el resto de su vida, habiéndose dedicado a la explotación racional de la madera, y a la agricultura y ganadería, además de haber desarrollado labores altruistas y docentes. Murió en la ciudad de Villahermosa, Tab. en 1906. Fin de la anécdota.

Retomando el tema. Según el Diccionario Universal de Historia y Geografía, los puntos que marcan los límites con Guatemala por el rumbo del Soconusco, son los ríos Tilapa, y Petacalapa, Nica, el Naranjito y el paraje del Zapote, y por el de Comitán, el del río Nentón, la Hacienda de San José, el patio de la Suchaná, la Piedra Redonda. El Cerro de Ixbul y el río Usumacinta.

La situación del Estado, desde el punto de vista astronómico, según Juarros, que tuvo acopio de datos de la capitanía de Guatemala y los que le suministró el Consejo de Indias, es de 14° 40’ 17” latitud norte.

La Sierra Madre y la de los Cuchumatanes fue línea divisoria de Chiapas con Guatemala desde 1554 y por informes de Clavijero sabemos que esas mismas montañas separaron las diócesis de Chiapas y de Guatemala.

Pero no fue sino hasta el 12 de agosto de 1882, cuando, con intervención directa del C. Presidente de Guatemala, general Justo Rufino Barrios, respaldado con amplios poderes del Congreso Guatemalteco, cuando se suscribió el convenio preliminar sobre estos límites. Lo firmaron los CC. Matías Romero como ministro Plenipotenciario de México y el señor don Manuel Herrera hijo, representante de Guatemala ante los Estados Unidos Mexicanos.

Los artículos de ese convenio son los siguientes:

I.--- La República de Guatemala prescinde de la discusión que ha sostenido acerca de los derechos que le asistan sobre el territorio del Estado de Chiapas y su departamento del Soconusco.

II.--- El tratado definitivo de límites entre Guatemala y México, ce celebrará bajo la base de considerar a Chiapas y al Soconusco como parte integrante de los Estados Unidos Mexicanos.

III.--- La República de Guatemala, satisfecha con el debido aprecio que México hace de su conducta y con el reconocimiento de que son dignos y honrosos los elevados fines que inspiraron lo convenido en los artículos anteriores, no exigirá indemnización pecuniaria ni otra compensación, por motivo de las estipulaciones precedentes.

IV.--- Si las partes no pudieren ponerse de acuerdo respecto de los límites, se nombra como tercero al C. Presidente de los Estados Unidos de América.

V.--- En la demarcación de la línea divisoria servirá de base por regla general la posesión actual; pero esto no impedirá que se prescinda de esta base, por ambas partes de común acuerdo, con el objeto de seguir de seguir líneas naturales, o por otro motivo, y en este caso se adoptará el sistema de compensaciones mutuas. Entre tanto se marca la línea divisoria, cada parte respetará la actual posición de la otra.

VI.--- Los gobiernos de Guatemala y los Estados Unidos Mexicanos, se obligan a firmar el tratado definitivo de límites, en la Ciudad de México, bajo las bases contenidas en este convenio, a más tardar dentro de seis meses desde esta fecha.

El 27 de septiembre de ese mismo 1882, o sea a mes y días del Convenio anterior, siendo Presidente de México don Manuel González y su Secretario de Relaciones Exteriores comisionado don Ignacio Mariscal, con intervención del mismo señor Herrera hijo, ya como enviado extraordinario y Ministro Plenipotenciario de Guatemala cerca del Gobierno de México, se firmó el convenio definitivo que el Senado de México aprobó como tratado internacional el 17 de octubre siguiente y fue ratificado por el Ejecutivo Mexicano el 4 de enero de 1883.

La Asamblea Legislativa de Guatemala lo aprobó el 25 de diciembre de 1882 y la ratificación por el Presidente de Guatemala fue el 29 de los mismos mes y año.

Consta de los siguientes artículos:

I.--- La República de Guatemala renuncia para siempre de los derechos que juzga tener, al territorio del Estado de Chiapas y su distrito del Soconusco, y, en consecuencia considera dicho territorio como parte integrante de los Estados Unidos Mexicanos.

II.--- La República Mexicana aprecia debidamente la conducta de Guatemala y reconoce que son tan dignos como los fines que le han inspirado la anterior renuncia declarando que en igualdad de circunstancias México hubiera pactado igual desistimiento. Guatemala, por su parte, satisfecha con ese reconocimiento y esta aclaración solemne, no exigirá indemnización de ningún género con motivo de la estipulación precedente.

III.--- Los límites entre las dos naciones serán a perpetuidad los siguientes:

1º.--- La línea media del río Suchiate, desde un punto situado en el mar a tres leguas de su desembocadura río arriba, por su cause más profundo, hasta el punto en que el mismo río corte el plano vertical que pase por el punto más alto del volcán Tacaná, y diste 25 metros del pilar más austral de la garita de Tlaquian, de manera que esta garita quede en territorio de Guatemala;

2º.--- La línea terminada por el plano vertical definido anteriormente, desde su encuentro con el río Suchiate, hasta su intersección con el plano vertical que pase por la cumbre de Buenavista e Ixbul;

3º.--- La línea determinada por el plano vertical que pase por la cumbre de Buenavista, fijada ya astronómicamente por la Comisión Científica Mexicana, y la cumbre del Cerro Ixbul, desde su intersección con la anterior hasta un punto cuatro kilómetros adelante del mismo Cerro;

4º.--- El paralelo de latitud que pasa por este último punto desde el rumbo al oriente, hasta encontrar el canal más profundo del río Usumacinta , o el de Chjcoy, en el caso de que el expresado paralelo no encuentre el primero de esos ríos;

5º.--- La línea media del canal más profundo del Usumacinta un caso, o del Chicoy y luego del Usumacinta continuando por este, en el otro, desde el encuentro de uno u otro río con el paralelo anterior, hasta que el canal más profundo del Usumacinta encuentre el paralelo situado a 25 kilómetros al sur de Tenosique, en Tabasco, medidos desde el centro de la plaza de dicho pueblo;
6º.--- El paralelo de latitud que acaba de referirse, desde su intersección con el canal más profundo del Usumacinta hasta encontrar la meridiana que pasa a la tercera parte de la distancia que hay entre los centros de las plazas de Tenosique y Sachu, contada dicha tercera parte desde Tenosique;

7º.--- Esta meridiana desde su intersección con el paralelo anterior, hasta la latitud de 17° 49’;
8º.--- El paralelo de 17° 49’ desde su intersección con la meridiana anterior infinitamente hacia el este.

IV.--- Disposiciones para el levantamiento de mapas y movimientos que pongan a la vista los límites.

V.--- Disposiciones transitorias sobre la propiedad y nacionalidad de los habitantes en terrenos pasados a otra nacionalidad por virtud de este tratado.

VI.--- Ambos gobiernos, dentro del plazo de seis meses de reunidas las comisiones científicas enviarán una noticia de aquellas poblaciones, haciendas y rancherías que sin duda deban quedar en determinado lado, para que el Gobernador respectivo pueda dictar las medidas convenientes a su autoridad.

VII.--- El presente tratado será ratificado conforme a la Constitución Política de cada una de las dos repúblicas; y el canje de ratificaciones se verificará a la mayor brevedad.


Hecho, firmado y sellado en la Ciudad de México, el 27 de septiembre de 1882 por Guatemala: Manuel Herrera, hijo, y por México: Ignacio Mariscal.

El señor Presidente Barrios, en su mensaje al Congreso de Guatemala para dar cuenta del Convenio preliminar, dijo:

“En virtud de estas bases, Guatemala no puede ya alegar derecho al territorio de Chiapas y su departamento del Soconusco, los cuales, al designar los límites, se tendrán como parte integrante de los Estados Unidos Mexicanos, y sin que Guatemala, por esa estipulación, pueda exigir indemnización pecuniaria, ni otra compensación”. En otro periodo de este informe, el Presidente Guatemalteco califica los pretendidos derechos que hasta nuestros días sigue reclamando Guatemala, con los duros adjetivos de “ilusorios”, “quiméricos” y “ridículos”.

El anterior informe contiene el alegato más inteligente, por sintético y claro a favor de los derechos de México sobre Chiapas y Soconusco, como lo demuestra la transcripción de la parte relativa al mismo:

“Los publicistas mexicanos nos dicen: ---escribe el Presidente Barrios--- que Chiapas proclamó su independencia de España y su incorporación mexicana desde el 3 de septiembre de 1821, jurándola el 8 de ese mes, antes de que se proclamara la Independencia de Guatemala: que no sólo Chiapas lo hizo así, sino que Guatemala, por las intrigas del partido servil para dejar la patria anexada a un imperio, pocos días después conforme la resolución de la asamblea de 5 de enero de 1822, se agregó también a México; que con motivo de esta última anexión, hubo una reunión de las autoridades y del pueblo de Chiapas para hacer constar que continuaba independiente del antiguo reino de Guatemala, y que, por su voluntad y juramento, formaba parte del Imperio Mexicano, levantándose a ese efecto el acta de 29 de septiembre de 1822, en que manifestó que no quería pertenecer a Guatemala sino a México, y nombró un comisionado para ir a expresarlo así al Presidente de esta última República”.

“Ellos combaten nuestras pretensiones recordando que recibida votación popular sobre si Chiapas debía pertenecer a México o a Guatemala, resultó, y consta en el acta de 12 de septiembre de 1824, que, haciéndose la regularización, dio para México 96,820 votos y 60,400 para Guatemala, por lo vino la nueva acta de pronunciamiento de federación del 14 de septiembre de 1824. Ellos nos dicen que todas las constituciones de México han incluido a Chiapas como parte de su territorio: la primera Constitución Federal de 1824, la promulgada en 1843 bajo el nombre de Bases Orgánicas y el artículo 43 de la de 1857:: que cuando la República Central y la promulgación de las 7 leyes Constitucionales en que los estados mexicanos fueron departamentos, Chiapas fue uno de ellos, nombrando sus diputados al Congreso General y sus senadores:: que en los años siguientes, depositado el legislativo en Asambleas populares, Chiapas nombró sus diputados que fueron sus representantes en el Congreso, y cuando imperó la dictadura estuvo sometido a ella. Nos dicen que, hecha la independencia de España, las provincias de la Capitanía General de Guatemala, a cuya jurisdicción habían pertenecido ciertamente Chiapas y Soconusco según las leyes de Indias, no quedaron dependientes una de otras; y así como las unas pudieron y quisieron formar por sí repúblicas soberanas, otras quisieron y pudieron agregarse a otras nacionalidades como lo hizo Chiapas y como lo hizo la misma Guatemala, que la incorporación de Chiapas y Soconusco fue anterior a la de Guatemala e independiente de ella, de suerte que si ésta, por la abdicación y ausencia de México del Emperador Agustín de Iturbide, quiso y pudo separarse, Chiapas pudo continuar irrevocablemente unida a México; y así como la primera entró a formar una federación nueva con las provincias de Centro América, Chiapas pudo quedar haciendo parte de la Federación de México. Ellos nos dicen que Chiapas siempre ha tenido su constitución política como parte de México, siendo la última la de 4 de enero de 1858, y que por el contrario, la misma federación que Centro América, en decreto de 21 de julio de 1823, declaró que si los Chiapas se querían agregar, los recibirían con el mayor placer, lo cual envolvía el reconocimiento de la legitimidad de su separación. Nos llama la atención respecto de que , desde el año de 1824, Chiapas ha obedecido las leyes de México y acatado sus tribunales:: que ha corrido siempre la suerte de aquella nación, participando en sus desgracias, contribuyendo con sus dineros y sus soldados al sostenimiento de las guerras que ha tenido:: ha estado sujeto siempre a su régimen , bien haya sido el régimen de la libertad o el de la dictadura; y que nunca, por azarosas que hayan sido sus circunstancias, ni en los días de la anarquía ni en la guerra con los EE.UU., ni en la guerra llevada por la intervención francesa, ha intentado Chiapas separarse de México, no obstante que su posición y distancia la colocaban en posibilidad de hacerlo con más facilidad y menos riesgo y compromiso que cualquiera de los otros estados; y que a mediados del siglo XX, en los días que con más pasión se discutía por todas partes y por la prensa el asunto de límites, Chiapas había levantado las más enérgicas protestas contra la idea de pertenecer a Guatemala, y formulando las declaraciones más explicitas y terminantes de que deseaba continuar siendo parte de la República Mexicana. Nos hacen observar que, a lo sumo, podría pretenderse que Chiapas hubiera sido uno de los estados de la Federación de Centro América; pero que Guatemala sola y por sí no podía reclamar ese derecho, mientras aquella subsistió desde 1823, porque carecía de soberanía y representación internacional; y que, aunque la alianza fue disuelta en abril de 1839 y se confirmó por el Decreto de 1847 que en Guatemala se proclamó República Soberana, no se le transmitieron los derechos que tenía la federación. Nos responden que no hay pruebas concluyentes de que la Junta de Chiapas haya procedido sin libertad; que México no fue culpable de que Guatemala no enviara a tiempo al comisionado que por parte de ella debía presenciar la votación:: y que cualquier reacción, cualquier presión que se hubiera ejercido habría durado en sus efectos solamente tantos cuanto ellas, y habrían desaparecido cuando aquellas cesaran, mientras que Chiapas, constantemente y en todas circunstancias ha perseverado en su propósito de no formar parte de Guatemala sino de México”

“En lo que toca especialmente a Soconusco, nos hacen advertir que ha sido siempre distrito o departamento de Chiapas:: que separado este de Guatemala en 3 de septiembre de 1821 y unido a México, unido quedó también Soconusco que debía seguir la suerte de Chiapas, como una de sus dependencias que era, según la legislación constitutiva de Indias, y que si al reunirse la Asamblea en 1824 votó por pertenecer a Guatemala, tenía que obedecer y aceptar la resolución de la mayoría que fue a favor de México”.

“... que la posición de Soconusco ---durante su separación por rebeldía de Chiapas--- no podía continuar indefinidamente tan anómala como había quedado por los preliminares, sin más que el régimen municipal, sin que se entreviera la posibilidad del pronto arreglo con que se contaba, y sirviendo sólo de refugio de malvados por no tener que prestar obediencia a ninguna autoridad política; y por último, que suponiendo cualquier irregularidad, habría quedado subsanada no sólo por ser antiguos hechos consumados, sino también por la ratificación fundada en la aquiescencia de Chiapas que no ha protestado en el espacio de 61 años ---se refería a 1882--- y del Soconusco, que tampoco lo ha hecho”.

¿Podríamos encontrar otra defensa más clara de nuestros derechos por parte interesada en sostener lo contrario? Indudablemente que no, como dicen los litigantes: “a confesión de parte, relevo de pruebas”.

Testimonio chiapaneco

Un rigorismo de la Historia me obliga a señalas los graves daños que, particularmente a Chiapas, causó la insistencia guatemalteca al combatir por largos siete años el movimiento de la reforma juarista.

Lamentando no poder reproducir en su integridad los documentos que prueban lo anterior, me limito a reseñar los más salientes hechos que registran:

En los momentos más difíciles para México, los que siguieron a la injusta guerra de conquista de los EE.UU. y cuando el populacho yanqui en “meetings” tumultuaros resolvió expulsar a nuestros compatriotas, ocupar su propiedad, quemar sus hogares y ahorcar a los que no obedecieron la orden de destierro, resoluciones llevadas a cabo con un frenesí que deshonraría a una tribu salvaje, para colmo de burla, también los guatemaltecos se dieron el lujo de hostilizarnos. Provistos hasta de piezas de artillería, invadieron nuestro territorio, atropellaron a los particulares y a las autoridades, y en número de 200 hombres se presentaron contra Tapachula; “pero allí recibieron un saludable desengaño que los convenció de que el departamento de Soconusco seguía decidido por la nacionalidad mexicana. El prefecto, ayudado por los vecinos, improvisó una corta fuerza, resistió durante tres días la agresión guatemalteca, y por fin, como lo dijo en su parte, hizo huir despavoridos a los invasores, causándoles grandes perdidas”.

El 6 de diciembre de 1856, como un caso similar al anterior, el de la separación del Soconusco por 17 años, a inspiración del gobierno de Guatemala, Manuel de Jesús Chacón, respaldado por su hermano José María, hizo firmar en las oficinas del Cabildo, antes de consultar a los otros pueblos del departamento, un acta de Independencia de Chiapas (Boletín No. 8, Pág. 51 del Archivo histórico de Chiapas); pero estos traidores, como todos sus congéneres, resultaron cobardes, porque al simple anuncio de que marchaba contra ellos un grupo de compatriotas comandado directamente por el enérgico gobernante Ángel Albino Corzo, a quien la Historia no ha rendido el tributo de admiración y respeto que merece, abandonaron la plaza sin disparar sus armas y corrieron a su refugio de Guatemala, en donde estaban ya bien protegidos el señor juez y otras autoridades del lugar.

En el parte militar rendido por el comandante de Comitán, don José Pantaleón Domínguez, dando cuenta del ataque a esa plaza por las hordas del faccioso Juan Ortega (Boletín citado del Archivo Chiapaneco), puede leerse, entre otros interesantes datos, el siguiente:

“Las fuerzas de los incendiarios Chacón y Ortega, en número de más de 200 hombres entre los de caballería e infantería, siendo la mayor parte de la República de Guatemala, rompieron sus fuegos sobre la fortificación por los cuatro ángulos de la plaza que al efecto ocuparon, los que fueron contestados oportunamente por la fuerza de mi mando”.

El que fuera cabeza del movimiento conservador en Chiapas contra la Reforma juarista y el gobierno legítimo de don Ángel Albino Corzo, Juan Ortega, siempre c0on el apoyo de Guatemala para el aprovisionamiento de soldados, armas, municiones y caballería, y con la ayuda piromaniática del fraile Víctor Antonio Chanona, incendió el palacio de Gobierno de la Antigua Ciudad Real, hoy San Cristóbal de las Casas, logrando la toma de esa plaza y la pérdida de archivos y documentos valiosos que hasta la fecha se está procurando reponerse; pero cuando llegó en actitud triunfante a la humilde plaza de Chiapa de Corzo, cuna, con la de Tuxtla Gutiérrez, del liberalismo en el Sureste, con elementos de guerra que triplicaban a los que la defendían bajo el mando del coronel don Salvador Urbina, sufrió un descalabro total en la célebre batalla del 21 de octubre de 1863 que, guardadas las justas proporciones, tuvo el mismo significado y trascendencia de la de Calpulalpan.

Para terminar con esta relación, la concluiré con el asesinato del señor general José María Melo, en la finca Juncaná, municipio de Zapaluta ---hoy Trinitaria---, Chiapas. Este ilustre general Melo, nació en la República de Colombia a principios del siglo XIX y se educó en Ibagué. En 1819 sentó plaza en las filas republicanas de aquel país con el grado de teniente; combatió en el sur de Nueva Granada de 1820 a 1822 y se halló en las acciones de Popayán, Genoy y Pichincha; hizo luego la campaña del Perú y Bolivia hasta la rendición de Callao, tocándole ser de los vencedores de Lunin, Matará y Ayacucho por órdenes del Libertador Simón Bolívar. (Historia contemporánea de Colombia, escrita por Gustavo Arboleda, t. VI, Pág. 5). Los anteriores méritos lo llevaron al Gobierno de Colombia; pero por no cumplir exactamente los puntos fundamentales de su programa y por el escaso control que ejercía sobre los liberales de las provincias, el ejército lo obligó a dimitir para luego ser expulsado.

En la República de El Salvador fue bien recibido y se le nombró inspector general del ejercito, gracias a la admiración que por el sentía el Presidente de aquella República, general Gerardo Barrios; pero como ansiaba seguir luchando por la libertad, abandonó tan cómodo refugio para penetrar a Guatemala, en donde, su Presidente Carrera, al saber que se trataba de un liberal, lo expulsó de inmediato por la frontera con Chiapas. Su deseo fue entonces ofrecer su espada a don Benito Juárez en la lucha por la Reforma; pero la ocupación de Oaxaca por las fuerzas conservadoras de Cobos, impidió que lo realizara. Al no poder llegar a Veracruz, tuvo que limitar su acción a la ponerse a las órdenes del gobernante chiapaneco. Este lo comisionó para vigilar la frontera por el distrito de Comitán, con muy pobres elementos militares; lo que, unido al desconocimiento del terreno y la decidida protección del gobierno guatemalteco a Ortega, determinó su derrota.

El 30 de mayo de 1860, cuando acampó en la hacienda de Juncaná, situada a 45 kilómetros al sureste de Comitán, en espera de la incorporación de fuerzas que por órdenes del Gobernador Corzo debían enviarle de Comitán y San Cristóbal, fue sorprendido por Ortega y, después de un violento tiroteo al amparo de la noche, se le hizo prisionero y se le pasó por las armas sin formación de causa.

Y fue así como el Presidente Carrera, luego de expulsar al brillante soldado de Bolívar, lo mandó matar con violación a la soberanía territorial de nuestra Patria. (Reseña histórica de don Ángel Albino Corzo, Pág. 76)

Un hecho irrefutable que confirma la convicción de Chiapas, son los 140 años de vida solidaria con la de México, pero si esto no fuera suficiente para probar ante el mundo la mexicanidad de los chiapanecos, hay que recordar que, cuando no habían carretera ni fáciles medios de comunicación, 400 soldados de don Ángel Albino Corzo, por muy largos e inhóspitos atajos, traspusieron las empinadas montañas de abrupta serranía para poder pasar lista de presentes ante el general Ignacio Zaragoza en Tehuacan y luego compartir el honor y la gloria de luchar contra el invasor francés en el sitio de la ciudad de Puebla, como lo hicieron con denuedo bajo las órdenes del general Jesús González Ortega.

Y si el anterior acto de indiscutible abnegación patriótica, por su lejanía en el tiempo y el olvido, tampoco convenciera a nuestros vecinos y hermanos del Sur, invoco al sacrificio voluntario, en aras de la libertad y del decoro mexicanos, del doctor Belisario Domínguez; ya que este héroe por la palabra libre, que apostrofó al usurpador asesino Victoriano Huerta, representó a Chiapas, su tierra de origen, e interpretó fielmente los sentimientos, el valor cívico y la decisión de un pueblo que siempre estuvo y está al servicio permanente e invariable de su convicción mexicana. Así el pacto de nuestra Federación, fue sellado, por enésima vez, con la sangre de uno de los mejores hijos de Chiapas.

Debe aclararse que el término “anexión” que tantas veces se ha empleado en las festividades del 14 de septiembre y en las alegorías que lo interpretan, como la que se exhibe el monumento de La Lomita en Tuxtla Gutiérrez, es impropio, toda vez que resulta contrario a la Historia y a las normas del derecho.

Si el cambio en el cause de los ríos, como ha ocurrido en el Suchiate, genera problemas, estos deben ser discutidos inteligentemente por vías diplomáticas y con intervención de solventes y austeras sociedades científicas, y desde luego con la intervención de la ONU.

Es importante que los errores de nuestros antepasados sean corregidos y que, olvidando ofensas, podamos fijar bases para una vida que está demandando con apremio el destino de nuestros pueblos. Solo con paz, armonía y cooperación, es decir, procediendo como amigos y hermanos, será posible salvar nuestras riquezas naturales y la dignidad.


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