sábado, 4 de abril de 2009

Empleo y/ desempleo

Por: Enrique Galván-Duque Tamborrel

Dios no condenó al hombre al trabajar;
le condenó a vivir
y le concedió el trabajo como atenuante.


Llegué un día a visitar a un pariente a su negocio ---comerciante exitoso en el ramo ferretero y materiales de construcción--- me lo encontré sentado en su mesa de trabajo totalmente embebido en la lectura de un libro, lo cual me extrañó pues yo sabía que no era muy dado a eso, pero en fin, llegué y me saludó cordialmente como siempre, pero un poco absorto, y me pidió que le diera chance de terminar de entender algo que lo tenía atorado; yo asentí y me senté a leer una revista de construcción que tenía mi amigo a un lado.
Después de un rato, aproximadamente 10 minutos, se sobresaltó y pegando un grito, que obviamente me asustó, dijo, a la vez que aventó el libro hasta la otra orilla de su gran mesa: ¡Al carajo, no entiendo esto!, si volviera a nacer, y me dieran chance de escoger, pediría ser un economista nato, para entenderlos a estos imbéciles porque de plano no les entiendo ni madre.
Hace unos días, al estar leyendo unos diarios, me encontré con una nota que me hizo recordar aquel pasaje, y me dije mentalmente: ¿Será de veras que haya alguien que les entienda a los economistas? Y ¿Quién entiende las cifras que manejan?
Apenas el día 1 de septiembre se confirmó en el informe lo que ya decían todos los indicadores: el 2004 está resultando el más exitoso del sexenio en crecimiento económico y en generación de empleo formal ---se espera una evolución del PIB de 4% y crear 400 mil puestos de trabajo formales---, pero unos días después el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), nos dice que la tasa de desempleo abierto de agosto resultó de 4.35%, la más alta en siete años.
De inmediato piensa uno: “aquí hay gato encerrado” y piensa uno que, o bien son falsos los datos del presidente Fox o los del INEGI. Y aunque parezca muy odioso, pero la respuesta es: nadie miente y, en el extremo, todos los datos pueden revelarse como verídicos y confiables.
El quid está en que el INEGI dio a conocer información relativa a la “tasa de desempleo” y no al número absoluto de desempleados. Esta última puntualización ---un aburrido tecnicismo---, puede ser clave para entender lo que ocurre: como la tasa de desempleo es una división del número de desempleados ---aquellos que no trabajaron ni siquiera una hora en la semana previa, que quieren trabajar y que buscan empleo activamente--- sobre el total de la Población Económicamente Activa (PEA) ---los mayores de 12 años que son ocupados o que son formalmente desempleados, en términos de la definición anterior---, entonces puede perfectamente presentarse la paradójica situación de que crezca el número de ocupados pero también lo que haga la tasa de desempleo, y también puede ocurrir que se dé una oleada de despidos y que, incluso así, baje la tasa de desempleo.
Es cuestión de proporciones: si crece más rápido la PEA que la ocupación, habrá tasa de desempleo mayor aun cuando haya más gente con empleo; caso contrario, si proporcionalmente cae la PEA más que lo que crece el desempleo absoluto, entonces tendremos una menor tasa de desempleo aunque exista más gente desempleada. Por tanto, pueden ser compatibles el aumento en el número de empleos y la expansión de la tasa de desempleo; ello indicaría que hay cada vez más gente buscando empleo que la que lo encuentra.
Buena parte de la confusión se debe al mal uso de la información en los medios: sin matiz alguno se afirmó ---a ocho columnas en dos diarios de circulación nacional (El Universal y La Jornada 23/09/04) --- que el desempleo es el mayor en siete años, pero no se refirieron a la tasa. Tampoco se señaló, como lo hace el INEGI en su boletín de prensa del 22 de septiembre, que la tasa se obtiene de información “preliminar” de la Encuesta Nacional de Empleo Urbano (ENEU): es una inferencia parcial, de un solo un mes de una encuesta cuya muestra está diseñada para ser trimestral, que abarca únicamente 32 ciudades ---el D.F. y una por estado---, y a partir de la cual se hacen estimaciones.
Por ello, afirmar que “tan sólo entre julio y agosto se incorporaron a la desocupación 275 mil personas ---como lo aseveró otro diario (Reforma 23/09/04)--- es hacer una mancuerna muy temeraria en los números.
En virtud de que la ENEU ofrece información muy fragmentada mes a mes, para tener un panorama real de lo que ocurre en el mercado de trabajo mexicano, lo óptimo es esperar a la información trimestral y apoyarse en la Encuesta Nacional de Empleo (ENE) que levanta el propio INEGI.
La ENEU más cercana, del segundo trimestre del año, difundida en agosto, nos dice que la tasa de desempleo abierta nacional ---no sólo en las ciudades--- fue de 2,5%, y que la población ocupada llegó a 42 millones 306 mil personas, un millón 673 mil más que en el mismo periodo de 2003. Estas últimas cifras son las más completas y confiables que tenemos hoy. Habrá que esperar a noviembre para ver si lo que detecta la ENEU para agosto es una tendencia real de lo que ocurre en el país o bien producto sobre todo del tipo de encuesta y de la periodicidad. Para comprender un fenómeno, primero hay que aprender a leerlo.
Quizás el INEGI haría un buen favor a la discusión publicando cifras definitivas ---las de cada trimestre--- en vez de alimentar la confusión con los datos parciales de cada mes. Pero estos matices para aproximarse a una discusión seria y documentada sobre el desempleo, poco importan a quienes entienden que el debate político es cose de intercambiar pedradas.

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