jueves, 2 de abril de 2009

El controvertido horario de verano

Por: Enrique Galván-Duque Tamborrel

Con los necios no consultes porque estos no podrán
sino a las cosas que les placen.
(Eclesiastés 8-20)

A pesar de que desde ya nueve años se aplica en nuestro país el horario de verano, todavía hay mucha gente que no solamente no lo digiere, sino que es reticente en observarlo en su personal vida cotidiana. Me decía un amigo, yo solamente lo observo en donde me obligan.
A ese mismo amigo, maestro de profesión, le pregunté: si había alguna vez analizado el beneficio que obtiene el país con la aplicación del horario de verano. Su respuesta, por obvia dado su criterio, no me extrañó: “no sé, a mi sólo me interesa lo que a mi me acomoda”. Y lo lamentable en esto es que así, repito, piensa y procede mucha gente, ¿cuántos?, no lo sé, pero estoy seguro de que es un alto porcentaje, mucho más de lo que pudiera considerarse razonable, hay que recordar que la perfección es inexistente.
Durante los nueve años de aplicación del horario de verano, en México, según información proporcionada por el Fideicomiso para el Ahorro de Energía Eléctrica (FIDE), se redujeron las emisiones de contaminantes a la atmósfera en casi 15 millones de toneladas de bióxido de carbono, que es el principal contaminante que contribuye al efecto invernadero.
Además, la aplicación del horario de verano ha permitido el ahorro, desde el inicio de su aplicación en 1996, de casi 10 millones de kilovatios, lo que representa 6.05 por ciento del consumo total de energía eléctrica con relación a las cifras de 2003.
La reducción del uso de electricidad en los últimos nueve años es similar a la que necesitarían para su abasto anual los estados de Chiapas, Aguascalientes, Zacatecas, Tlaxcala, Colima, Baja California Sur y Nayarit.
Desde la aplicación del horario de verano se se difirieron inversiones en aproximadamente 70 mil millones de pesos para la construcción, instalación y operación de más plantas de generación, subestaciones, líneas de transmisión y de distribución, que hubieran sido indispensables para abastecer la demanda de electricidad en el país.
Para comprender al alcance de la medida de aplicar el horario de verano en nuestro país y, lo que es más importante, acoplarlo a nuestras actividades cotidianas, necesitamos voluntad colaboracionista a ultranza, para que, entendiendo el beneficio que obtiene el país: QUE ES NUESTRA PATRIA, estemos en condiciones de explicárselos a los que no lo comprendan así y de enseñárselo a los menores para que crezcan con esa mentalidad cívica. Recordando que lo que no hagamos NOSOTROS por nuestro país, nadie más lo hará.
Oigo que mucha gente, al referirse al horario normal, dicen: “el horario de Dios”, lo cual, dicho con respeto, es un mito pues Dios no tiene horario.

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