viernes, 18 de julio de 2008

El gran y terrible mal: Corrupción

Por: Enrique Galván-Duque Tamborrel

«La corrupción de lo que hay de mejor es la peor»
Querien Vangal

Ha llegado el día sobre este planeta en que los compromisos, las modificaciones y las revisiones tienen poca coincidencia con las soluciones concretas absolutamente necesarias para la creación de un mundo libre, un mundo sin prejuicios. Tales correcciones de un sistema anacrónico sólo prolongan una existencia desequilibrada, injusta y basada en la explotación humana. El capitalismo, con su énfasis en lo material, el lo sintético, en el supernatural, se ahoga cada día más en sus contradicciones inherentes, en sus corrupciones del espíritu humano. El socialismo, como sistema alternativo, ni ha solucionado los problemas de la humanidad, ni ha sido capaz de funcionar como sistema alternativo, debido a su posición de tener que enfrentarse con el mundo “del mercado libre”.
No vivimos en una época en que podamos evitar cuestiones fundamentales sobre el futuro desarrollo de nuestro planeta. Nuestros seres gritan de ansiedad; la falta de comunicación humana borra la compasión ; como seres humanos nos preguntamos cómo satisfacer nuestras necesidades existenciales; nos alejamos cada día más de nuestro estado natural; la enfermedad, la miseria, la sobrepoblación, el hambre, el pudrimiento, el miedo, nos amenazan en nuestro deseo de evadir como seres razonables. Poco a poco aprendemos: la paz individual no se logra sino con la paz colectiva.
La diversidad que encontramos en nuestro planeta nos llena con una apatía profunda. En lugar de intentar resolver los interminables problemas locales, raciales, nacionales, sociales, económicos, políticos, psicológicos, legales e internacionales, nos conformamos con la mezquina solución de nuestros propios egocentrismos. Serpenteados por un sendero ambiguo y difícil; un sendero sin cohesión, sin dirección, sin planificación, sin sentido. Nuestra meta parece ser la supervivencia; nuestros medios, los que sean.
De los individuos que se preocupan por crear un mundo sin prejuicios, la mayoría encuentra un obstaculismo tan agudamente desagradable que o se comprometen y entran a un sistema podrido, o deciden quedarse al margen de la sociedad. La puerta elitista, la puerta pesada de las clases adineradas, se cierra violentamente en las caras de los interesados en un cambio estructural radical dirigido hacia una vida cualitativamente más exuberante y cuantitativamente más exuberante y cuantitativamente más funcional. Todos quieren tener mucho dinero sin el mayor esfuerzo, con el único objeto de sentirse parte de ese elitismo.
Romper el carácter exclusivista de nuestras sociedades preindustriales, transicionales, industriales e imperialistas representa el trabajo singular de más trascendente importancia que pueda ocupar el esfuerzo de los que tengan una conciencia del poder destructivo del status quo. Los que negaron la posibilidad de esta destrucción hace 6 décadas, no lo pueden negar –si todavía viven-- en 2008. La falta de planificación ha creado demasiada presión de toda índole para que uno no prevea una crisis inminente.
La corrupción de hecho es de una inconmensurable complejidad, visto como sea, desde donde sea y donde sea. Podríamos asegurar, sin temor a equivocarnos, que es parte de la naturaleza humana, tal y como son otros males, vicios y hábitos que siempre estarán presentes mientras la humanidad exista, y que siempre estamos tratando, sino erradicarlos totalmente, si cuando menos bajarlos a un nivel tolerable y controlable. Este mal daña indefectiblemente a cualquier sociedad, y acaba por destruirla.
Para encontrarle la cuadratura a este flagelo en forma congruente es necesario:
1°. Hacer pensar a los ciudadanos en su propia cultura, en su desenvolvimiento personal y en su nivel de conciencia de los problemas políticos, étnicos y económicos de su sociedad y del mundo.
2°. Efectuar un esquema de definiciones y causas de la corrupción, mediante un análisis de los estudios actualmente existentes.
3°. Hacer un estudio y una interpretación del desarrollo de la corrupción en nuestro país, desde la época prehispánica hasta nuestros días.
4°. Analizar las soluciones históricas que se han efectuado en el mundo para eliminar la corrupción y postular sobre las posibilidades de llevar a cabo tales soluciones en nuestro ámbito.
A pesar de los problemas de investigación sobre la corrupción –la naturaleza secreta del fenómeno, la imposibilidad de llevar a cabo encuestas o entrevistas abiertas y francas, la falta de cualquier clase de cooperación gubernamental-- se ha analizado el proceso de corrupción desde casi todos los ángulos existentes dentro de la ciencia social. Los apologistas, los economistas, los moralistas, los sociólogos, los politólogos, los legalistas, los capitalistas, los antropólogos, los socialistas y hasta los mismos burócratas, todos han condenado, en menor o mayor grado, el fenómeno de la corrupción.
Tres autores –N. H. Leff, Samuel P. Huntington y Colin Leys-- señalan varias consecuencias positivas de la corrupción que incluyen:
1) la integración nacional de clases sociales antagónicas,
2) el fortalecimiento del sistema político por el proceso de amiguismo y nepotismo
3) la formación de capital por los corruptos que puede ser invertido en obras o industrias de infraestructura. Estas observaciones, débilmente argumentadas y dependientes de estructuras político económicas particulares, no son tomadas muy en serio ni por sus propios generadores.
En general, las investigaciones sobre la corrupción ven el proceso con ojos condenatorios.

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