martes, 24 de noviembre de 2009

COMENTARIOS MINIMOS DE ANTERO DUKS II

 

Fuente: ORIENTACIÓN

15 / mayo / 1991

 

Hace algunos días fui a la capital y me encontré a un viejo amigo, que no es lo mismo que amigo viejo, bueno, aunque en este caso si lo es.  Este amigo es un estudioso de los problemas sociopolitecón (que es lo mismo a social, político y económico), así es que de inmediato, después de los saludos de rigor –sobre todo cuando han pasado muchos años--: ¿Cómo has estado?. Hace tanto tiempo que no nos vemos, estás igualito, el tiempo no ha pasado por ti –como si uno se lo creyera, aunque los hay que sí se lo creen--, etc., etc., me envolvió en una conversación –o mejor dicho monólogo, claro que de él—sobre socio..... . bueno, de eso.

 

Cuando volteé la cara habían pasado cuatro horas, es obvio que él no tenia ninguna prisa y, bueno, pues yo tampoco, así es que seguimos platicando, es es un decir porque el que  siguió platicando fue él.  Aclaro que estábamos sentados en una mesita de unos de esos  que llaman Café-Boutique –no sé por qué les llaman así--, tomándoos unos capuchinos acompañados de una sabrosas galletitas (me gustan mucho esas que les llaman pastitas).

 

Así, sin reparo alguno, llegamos a las cinco horas de cordial monólogo, qué aguante el mío dirán, pero no, de veras que no, porque aprendí mucho de..... eso.  Entre tantas –un verdadero titipuchal--  de cosas que me expuso, me planteó un problemita que me puso a pensar en serio y el cual trataré de exponerlo a continuación.

 

Vamos a suponer (me dijo él) que tú (yo) eres secretario de Industria y Comercio, y que los precios se han disparado tanto que hasta tú, como alto funcionario del gobierno, te enteras  del descontento general y tienes que dar una explicación para tranquilizar los ánimos.  Claro que la solución más sencilla sería la de presentar tu renuncia, hacer mutis calladamente y retirarte a llevar una vida tranquila y sin sobresaltos en un país apacible, donde se coticen todas las divisas del mundo y no se hagan preguntas indiscretas.  Pero como tú eres hombre de muchas agallas, y, además, todavía faltan tres años para que termine el sexenio, optas por quedarte y hacer frente al temporal como los meros machos.  Sin embargo, de alguna manera tienes que capotear a la opinión pública para salir del brete.

 

¿Qué harías tú?, me preguntó mi amigo, y después de un sorbo al capuchino. Me dijo que él había analizado algunas soluciones que, aunque tenían sus inconvenientes que me iría indicando, podrían ser las más las más viables, a saber:

A)      Explicar que se trata de una etapa lógica en el proceso de desarrollo, una situación temporal y meramente coyuntural.  (Si bien la gente ya está harta de tantas coyunturalidades, y el día menos pensado te reciben con una pedrada que te hagan saltar todas las coyunturas).

B)      Asegurar que el gobierno está consciente del problema y profundamente preocupado por el mismo, y que ya ha nombrado a varias comisiones, que se coordinarán en su oportunidad para estudiarlo a fondo.  (Con esto retrasas algunos meses la respuesta.  Aunque en unos meses pueden ocurrir muchas cosas, entre otras que te renuncien y te den las gracias por tus patrióticos servicios.  Lo cual, bien vistas las cosas, sería una solución para ti y el país.  A pesar de que esto último no es muy seguro. Pues ya sabemos lo que son los sucesores).

C)      Declarar que: "El aumento en los precios, siendo lamentable, está ampliamente compensado con el aumento de las percepciones".  Tú, naturalmente, te refieres a las percepciones de los intermediarios, de los padrinos, de ti mismo y de tus colegas de gabinete; nada más tienes que tener cuidado de que esto no trascienda.

D)      Inaugurar algo  –digamos un mercado sobre una sola rueda; una exposición de artesanía haitiana o de maquinaria etíope; una pescadería pintada de anaranjado y con pececillos multicolores; etc.--  y en el discurso de inauguración, soltar una cantinflada como la de decir que "la situación no es solecía, pero tampoco luciférica ni alarmante.  Si algo remontra, puede asegurarse que se trata de un fenómeno circunstancial que obedece primordialmente a pretexciones de conexos fréticos y antirrevolucionarios. Si la situación fuese alarmante, yo sería el primero en estarlo, y ¿acaso estoy alarmado?, ¿Lo está el señor Subsecretario de Pesca, Banprese y trinquetes que me acompaña?  Abandonemos pues el alarmismo y desoigamos a los alarmistas.  Son ellos los que se auto alarman y luego siembran la alarma entre otros ya de por sí alarmados".  (No creas que esto es una tomadura de pelo.  Declaraciones oficiales como esta, y aún más gordas, se hacen todos los días y son tragadas por el manso pueblo y los estoicos contribuyentes).

E)      Adoptar una expresión serena y con mirada firme y sosegada, como si fueras a decir algo trascendental, algo muy pensado, algo que ha requerido cuantiosos sacrificios, innumerables desayunos de trabajo, fuertes presiones de la CIA, y combates contra potencias del primer y segundo mundos; declarar enfáticamente, como si fueras otro Fidel Velásquez: "No estamos dispuestos a que continúe el alza de precios.  Puedo asegurar que los precios no subirán ni un milésimo de uno por ciento en los próximos 18 meses, ya que nuestra economía es por demás sólida y cada vez se fortifica más con el ilimitado crédito del extranjero.  No hay de que preocuparse mientras nos dure el BID, el EXIMBANK y el FOMOIN.  Pero repito, no toleraremos que suban mas los precios.  Si alguno de ustedes se entera de que han subido en alguna parte, los insto a que me llamen por teléfono para notificármelo.  ¡Y hay del que los suba!, todo el peso de la ley caerá sobre él".  (Claro que nadie te va a creer, y, además, la gente no está preocupada por lo que vayan a subir los precios, sino por lo que ya subieron.  Sin embargo, el público continúa siendo lo suficientemente bobalicón y traga cuentos como para impresionarse con los discursos de orador de sindicatos o de federación estudiantil).

F)       Echarle la culpa a otro señor secretario.  (Esto sería lo más sencillo de todo, nada más que te arriesgas a que ese otro señor secretario, a la primero oportunidad, te eche la culpa de todo, desde el alza de precios de las canicas hasta la última devaluación del cruceiro brasileño, así como de un brote guerrillero en la Sierra Lapuerta).

G)      Culpar a los críticos e intelectuales, enemigos del sistema.

 

Tú escoge amigo, ¿por cuál te inclinas?

 

Realmente no supe que escoger, por lo que, después de meditar un rato a la par que apuraba el resto de mi último capuchino, le dije: "mira cuate, a mi no me gusta la cartera de Industria y Comercio, yo prefiero una de piel de camello".  ¡ABUR!

 

«LA ORACIÓN DEL QUE SE HUMILLA PENETRARÁ HASTA LAS NUBES»
 



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