viernes, 23 de octubre de 2009

Lección sublime

Por: Enrique Galván-Duque Tamborrel

"Pensar hoy lo mismo que ayer, es sencillamente
una demostración de que la vida en ese tiempo
nada nuevo nos ha enseñado."
Antero Duks


Mi santa madre gustaba de guardar todo, para ella no había desperdicio. En su casa había un closet en donde ella guardaba toda clase de curiosidades, ese closet era la atracción de todos sus nietos; cuando iban a visitarla siempre estaban al pendiente de que la abuelita abriera su codiciado closet. Además en él siempre encontraban con toda seguridad los codiciados dulces que con toda intención guardaba la consentidora abuelita.

Guardaba en ese closet una caja que cuidaba como tesoro; cuando mi madre falleció saqué la caja y la guardé con celo reverente, sin abrirla, durante muchos años. Cuando un buen día decidí explorar lo que en ella había, encontré fascinado cartas cruzadas entre mis padres que son un verdadero poema y varios escritos. Entre estos últimos había uno que me atrajo sobremanera relacionado con una tía, prima hermana de mi madre, que llevó en vida el nombre de Carmen Tamborrel Gavaldón y que fue maestra activa durante 50 años.

En el citado escrito, relata mi tía, que mientras estuvo al frente de su clase de 5º Grado, el primer día de clase lo iniciaba diciendo a los niños una mentira. Como la mayor parte de los profesores, ella miraba a sus alumnos y les decía que a todos los quería por igual. Pero eso no era posible, porque ahí en primera fila, desparramado sobre su asiento, estaba un niño llamado: Jaime Salazar Guillén.

La profesora Carmelita, como todos le decían, había observado a Jaimito desde el año anterior y había notado que él no jugaba muy bien con otros niños; su ropa estaba muy descuidada y constantemente se notaba que necesitaba darse un buen baño.

Jaimito comenzaba a ser un tanto desagradable. Llegó el momento en que la profesora Carmelita disfrutaba al marcar los trabajos de Jaimito con un plumón rojo, haciendo una gran X y colocando un cero muy llamativo en la parte superior de sus tareas.

En la escuela donde la profesora Carmelita le era requerido revisar el historial de cada niño, ella dejó el expediente de Jaimito para el final. Cuando ella revisó su expediente, se llevó una gran sorpresa. La profesora de 1er. Grado escribió: “Jaimito es un niño muy brillante, con una sonrisa sin igual. Hace su trabajo de una manera limpia y tiene muy buenos modales….. es un placer tenerlo como alumno”.

Su profesora de 2º. Grado escribió: “Jaimito Salazar es un excelente estudiante, se lleva muy bien con todos sus compañeros, pero se nota preocupado y triste porque su mamá tiene una enfermedad incurable y el ambiente en su casa debe ser muy tenso”.

La profesora de 3er. Grado escribió: “La madre de Jaimito Salazar ha muerto, ha sido un trance muy duro para él. El trata de hacer su mejor esfuerzo, pero su padre no muestra mucho interés y el ambiente en su casa lo afectará tarde o temprano si no se toman las medidas adecuadas”.

Su profesora de 4º. Grado escribió: “Jaimito Salazar se encuentra atrasado con relación a sus compañeros y ha dejado de mostrar interés en la escuela. Ha dejado de llevarse con sus compañeros y ya no tiene muchos amigos. En ocasiones se duerme en clase”.

Con ello la profesora Carmelita se percató del problema y emanó de su interior un sentimiento de vergüenza con ella misma. Comenzó a sentirse más mal cuando sus alumnos le llevaron sus regalos de Navidad, exquisitamente envueltos, con preciosos moños y papel brillante, excepto Jaimito. El regalo de éste estaba mal envuelto con un papel amarillento que él había habilitado de una bolsa de papel de estraza. A la profesora Carmelita le dio pánico abrir ese regalo delante de los otros alumnos presentes. Algunos niños empezaron a reír cuando encontró, dentro del pequeño paquete, un viejo brazalete y un frasco de perfume con sólo un cuarto de su contenido. Ella detuvo las burlas de los niños al exclamar lo precioso del brazalete mientras se lo probaba y se colocaba un poco de perfume en la muñeca.

Jaimito se quedó ese día al final de la clase, el tiempo suficiente para decir: “Profesora Carmelita, el día de hoy usted huele como solía oler mi mamá”.

Después de que el niño se fue ella lloró por un largo rato….

Desde ese día ella dejó de enseñarles a los niños aritmética, a leer y a escribir. En lugar de eso, comenzó a educar a los niños. La profesora Carmelita puso especial atención en Jaimito.

Conforme comenzó a trabajar con él, su cerebro comenzó a revivir. Mientras más lo apoyaba, el respondía más rápido. Para final del ciclo escolar, Jaimito se había convertido en uno de los niños más aplicados de la clase, y a pesar de su mentira de que quería a todos sus alumnos por igual, Jaimito se convirtió en uno de los consentidos de la maestra.

Un año después, ella se encontró una nota debajo de su puerta, era de Jaimito, diciéndole que ella había sido la mejor maestra que había tenido en toda su vida.

Seis años después, por las mismas fechas, recibió otra carta de Jaimito que le escribía diciéndole que había terminado la preparatoria y que ella seguía siendo la mejor maestra que había tenido en toda su vida.

Cuatro años después, recibió otra carta que decía que a pesar de que en ocasiones las cosas habían sido muy duras, se había mantenido en la escuela y que pronto se graduaría con los más altos honores. El le reiteró a la profesora Carmelita que seguía siendo la mejor maestra que había tenido en toda su vida y su favorita.

Cuatro años después recibió otra carta. En esta ocasión le explicaba que, después de concluir su carrera, decidió viajar un poco. En la carta le reiteraba que ella seguía siendo la ,mejor maestra que había tenido y su favorita; pero ahora su nombre ser había alargado un poco, la carta estaba firmada por el Doctor en Medicina Jaime Salazar Guillén.

La historia no termina aquí, existe una carta más que leer, Jaimito decía que había conocido a una chica con la que iba a casarse.

Explicaba que su padre había muerto hacía dos años y le preguntaba a la profesora Carmelita si le gustaría ocupar en su boda el lugar que usualmente es reservado para la madre del novio. Por supuesto que la profesora aceptó y adivinen….

Ella llegó a la boda usando el viejo brazalete y se aseguró de usar el perfume que Jaimito recordaba que usó su madre la última Navidad que pasaron juntos. Se dieron un gran abrazo y el Dr. Salazar le susurró al oído: “Gracias maestra por creer en mi. Muchas gracias por hacerme sentir importante y mostrarme que yo puedo hacer la diferencia”

La profesora Carmelita, con lágrimas en los ojos, respiró profundo y dijo: “Jaimito, te equivocas, tú fuiste el que me enseñó a mi que yo puedo hacer la diferencia. No sabía como educar hasta que te conocí”

“Los amigos son Ángeles que nos levantan sobre nuestros pies cuando nuestras alas tienen problemas para recordar como volar” Carmen Tamborrel Gavaldón (24-Diciembre-1945)









No hay comentarios: