domingo, 26 de julio de 2009

Internet gana terreno


Por: Enrique Galván-Duque Tamborrel

Vamos, ¡Hasta el Papa tiene Facebook!

En la última década, los medios de comunicación mexicanos han tenido un acelerado desarrollo. Por ejemplo, actualmente los periódicos ofrecen una información más puntual y completa sobre aspectos financieros o culturales, un mayor seguimiento de noticias nacionales e internacionales, interesantes entrevistas, una labor encomiable de encuestas y estadísticas, etc. Lastima que se inclinen más a la distorsión y sensacionalismo de la noticia que al puro deber de informar los hechos tal cual son.

Hace cuatro décadas era impensable que, al encender la radio, nos encontráramos con noticieros en forma y, en la mayoría de los casos, se emitía solamente música y comerciales. Ahora, no sólo escuchamos noticias sino también análisis de reconocidos especialistas en cada materia, tendientes a formar criterio entre los escuchas, lamentablemente, reiterando lo dicho, distorsionan la realidad, lo que devalúa su importante labor.

La misma televisión presenta actualmente un formato más flexible, con secciones de noticias rápidas y con imágenes en vivo. De igual forma, mesas redondas o de debate sobre temas de palpitante actualidad. Sin duda, toda una serie de cambios trascendentales e importantes. Lástima que caen el hábito o vicio ya comentado.

Sin embargo, con la actual crisis económica, muchos grandes periódicos se han visto obligados a reducir el número de sus páginas; la publicidad y la sección del “aviso oportuno” se han menguado en forma notable; muchos periodistas (?) han perdido sus empleos; otros comunicadores se quejan de que cada vez tienen menos espacio para publicar sus notas y sus reportajes. Pero toda esta situación presenta un desafío positivo: está empujando a sus directivos a un periodismo más creativo, de mayor calidad y más especializado y, sobre todo, más realista.

Una competencia real y de gran vigencia es el periodismo digital. Las generaciones de jóvenes ya no acuden a los tradicionales medios de comunicación (prensa-radio-TV), sino que a través de sus portales favoritos o de sus celulares, reciben la información cotidiana y rara vez se suscriben a un periódico tradicional.

No olvidemos el periodismo digital, al cual hasta el Vaticano le entra. En efecto, hasta el Vaticano ha comprendido la necesidad de pertenecer al mundo digital, y ha lanzado el sitio Pope2you.net, con la finalidad de acercar al Papa a los jóvenes.

La idea de este sitio web, dijo el Presidente del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, Mons. Claudio María Celli, “es que para poder entrar en un diálogo fértil, rico, caracterizado por el respeto y la amistad, hemos querido utilizar el mundo digital, es decir el instrumento más amigable para ellos (los jóvenes), a través del cual se encuentran cotidianamente y en ocasiones sin conocerse en persona”.

Este nuevo sitio web estará en cinco idiomas: italiano, español, inglés, francés y alemán. En él, concluyó, “los jóvenes no solo podrán encontrar todas las noticias referentes al Papa y su actividad, sino que también podrán entrar en contacto con la persona de Benedicto XVI, a través de su palabra”.

Esto, sin duda, constituye un reto de actualización para los medios de comunicación, que deben entrar de lleno para competir con esta impresionante revolución cibernética.

Personalmente pienso que los tradicionales mass media no desaparecerán con el paso de las décadas, sino que coexistirán junto con los otros medios digitales, siempre y cuando se mantengan al día en todas estas innovaciones y cuiden su calidad informativa.

Sin embargo, el periodismo nacional tiene peligros más o menos frecuentes a los que tiene que enfrentarse. ¿Cuáles son estos?

En primer lugar, dejarse llevar por el sensacionalismo. Es verdad que es importante “saber vender” y que el negocio informativo sea rentable, pero no por ello se debe caer en el fácil alarmismo con un mero objetivo mercantilista. Aunque de momento se venda bien el periódico, el público sabe discernir y distinguir muy bien la prensa objetiva del “amarillismo periodístico”.

En segundo lugar, el periodista debe ser un incansable buscador de la verdad. Ésta es única, objetiva y universal. El peligro es tender al relativismo y concluir cómodamente: “no hay verdad absoluta; todo es relativo”.

Cuando se sacrifica la verdad para tener más impacto ante los lectores, se suelen cometer graves injusticias. Por ejemplo, el dañar la imagen y honradez de figuras públicas (de la política, del mundo artístico, del sector empresarial, etc.), y añadir la manida frase: “De fuentes bien informadas”; “en círculos cercanos a esta personalidad, se comenta…”, y con esa muletilla se da pie a emitir juicios sin fundamento, denigrantes o faltos de ética.

No menos grave resulta la tendencia de algunos comunicadores que buscan, por ejemplo en una entrevista, forzar las cosas para que “el entrevistado diga exactamente lo que el entrevistador ya tenía previamente en mente que afirmara”. Si no da resultado esta estrategia, entonces, algunas veces se recurre a sacar una frase fuera de contexto y tergiversar por completo una declaración. A esto no se le puede llamar una labor de comunicación, sino manipulación informativa.

Lo mismo sucede con las encuestas o sondeos de opinión. Es común que se presente en algunos programas de radio o de televisión una pregunta abierta a la participación ciudadana en que la pregunta está elaborada de forma amañada para que el entrevistado se confunda y acabe afirmando algo que no pensaba decir o apoyar.

Escuchaba hace poco una encuesta. La pregunta era más o menos ésta: “¿Qué piensa usted de una mujer embarazada que tiene problemas económicos y es rechazada por su familia y su novio? ¿Estaría usted de acuerdo en que aborte?”.

Un par de horas después, se consigue el objetivo deseado: “Según la encuesta al auditorio presentada el día de hoy: el 78 por ciento opina que la mujer embarazada con estos problemas debe abortar”.

Me parece que no se puede ni se deben tratar estos asuntos tan delicados con frivolidad y ligereza. En muchas ocasiones, el comunicador no se percata de la grave responsabilidad que tiene porque –lo quiera o no– es un icono, un modelo, un referente para moldear la opinión pública de millones de lectores, de radioescuchas o telespectadores.

En cierta ocasión, desde un noticiero de una conocida televisora, se acusó al director de un colegio de ser pederasta, en el Estado de México. Se trataba de una calumnia muy bien montada porque había unos líderes agrarios que les interesaba quedarse con los terrenos de ese centro educativo.

Cuando se dio la noticia causó conmoción en la comunidad en torno a la escuela. Al día siguiente, en que el director y otros profesores fueran a aclarar esta cuestión llevando pruebas de que se trataba de una falsedad, en la televisora les dieron “con la puerta en las narices” y tajantemente les contestaron: “Sí, de acuerdo, entendemos que esta noticia que dimos ayer no es verdadera.

Pero, compréndannos, si ahora damos la versión correcta, ‘eso ya no es noticia de interés para los televidentes’, porque no vende”. Y de que los periodistas le ponen el ojo a alguien, ¡qué Dios lo agarre confesado! Lo vilipendian a morir, lo juzgan, lo condenan y lo ejecutan.

Por otra parte, hay cierta clase de periodismo que el 90 por ciento de su tiempo lo dedica a la llamada “nota roja”: asesinatos, secuestros, accidentes, narcotráfico, etc. Aunque eso “venda” no me parece un periodismo objetivo.

¡Hay cientos de noticias positivas y constructivas que se pueden publicar o destacar! Por ejemplo, empresas que están saliendo de la crisis económica, novedades científicas, consejos para educar a los hijos, consejos para ahorrar en tiempos de recesión, interesantes aportaciones culturales, artísticas, etc.

Tampoco me parece correcto que en algunos noticieros, los líderes de opinión, en vez de concretarse a transmitir las noticias, vayan haciendo comentarios editoriales y que de algún modo predisponen al público.

Si establece una mesa de análisis para comentar, por ejemplo, el papel de los partidos políticos en vísperas de las elecciones, me parece magnífico que el conductor emita las opiniones que desee. Pero mezclar las noticias con una larga cadena de opiniones personales, distorsiona invariablemente la información.

Lamentablemente hay quienes se han especializado en atacar duramente –con ocasión y sin ella– a la Iglesia Católica, al Papa, a los obispos, a los sacerdotes, a las instituciones y todo lo que de algún modo concierna a la Iglesia.

En cierta ocasión, escuché el comentario de un comunicador: “Es que se ha descubierto que este tipo noticias se venden bastante bien, porque México es un pueblo mayoritariamente católico”. Desde luego, este tipo de periodismo “negro” no deja de causar pena porque desdicen de la ética y la honestidad periodística.

En honor a la verdad, en México hay muchos líderes de opinión que se manejan con objetividad y honradez informativa. Lástima que a estos generalmente los mantienen relativamente relegados.

Existen también columnistas notables, especializados en economía y finanzas. También, esfuerzos notables en internet como: Fernando Sánchez y José de Jesús Castellanos, directivos del portal yoinfluyo.com; Salvador Velasco en Church Forum, Ricardo Pasillas con su portal Desde la Red, etc. En contrapuesta a Ramón González Garza con su portal Reporte Índigo, al que alguien bautizó como Reporte Intrigo. Estos últimos fueron los que insidiosamente hicieron un escándalo de una visita que hizo una periodista, por invitación de Marta Sahagún, al rancho de Vicente Fox, rancho que es su casa y no una casa para vacacionar. Escándalo que hasta los legisladores crearon una comisión para investigar supuestos ilícitos, comisión que nunca pudo encontrar nada indebido. Estos seudo periodistas no se detuvieron para reflexionar si cualquiera de los expresidentes priístas hubieran sido capaces de abrir las puertas de sus fabulosas mansiones a cualquier periodista.

Podríamos concluir que en México existen importantes y destacados líderes desvirtuados de opinión, y que, por la actual crisis económica, los medios de comunicación tienen la imperiosa necesidad de colocarse en la vanguardia de la revolución cibernética para proporcionar a sus receptores un periodismo de calidad, más creativo y apegado a la verdad objetiva; con un contenido que realmente sea útil para los ciudadanos ávidos de información real, no ficticia.

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