viernes, 28 de enero de 2011

La importancia de la participación ciudadana

 

Enrique Galván-Duque Tamborrel

enero / 2011

 

 

"Apenas si se basta un siglo para formar un Estado – una hora puede reducirlo a polvo"

Lord Byron

 

 

En nuestro querido México hay males que definitivamente son endémicos, pasa el tiempo, se realizan esfuerzos para curarlos, pero todo es en vano, porque el mal no sólo continúa, sino que hay momentos en que tal parecería que se agrava.  Uno de estos males es, sin duda, la escasa o nula participación ciudadana.

 

Los mexicanos autóctonos que, aunque algunos no fácilmente, se rindieron ante el conquistador, a quienes veían como seres superiores, pronto cayeron en el conformismo y la pasividad, y así se fueron los siglos de la colonia.  Se independizó México, pero los pueblos seguían sumidos en la pasividad, si bien es cierto que hubo brotes en sentido contrarió, pero finalmente se volvía a imponer lo mismo: la pasividad.

 

En ese contexto, el pueblo siempre estaba en espera, y era su esperanza, de las dádivas de papá gobierno.  Esta mentalidad la supo aprovechar con creces la Trinca Infernal –léase PNR-PRM-PRI--, que no sólo la conservó, sino que la fomentó.  Pero "no hay mal que dure cien años ni pendejo  que los aguante", pero los mexicanos no somos pendejos, si dejados pero no pendejos. 

 

Pero hete que algún día, apareció un hombre que supo liderar el cambio, ese hombre fue, sin duda, Vicente Fox.  Se produjo el cambio, que ha adquirido el adjetivo de "la alternancia".  A partir de ese histórico momento México cambio, entre todos los cambio habidos, destaco los, para mi, más notables:

1.- Funcionan los tres poderes, todavía deficientemente por razón natural, están aprendiendo a ser autónomos, sin estar sujetos al mandato del presidente de la República en turno –cuesta trabajo sacudirse aquello de "levanta dedos"--, ahora hay Poder Judicial y Poder Legislativo TOTALMENTE AUTÓNIOMOS.

2.- Absoluta libertad de expresión, además es efectiva.  Basta con citar que ahora los medios –prensa escrita y electrónica--  dicen lo que quieren, en el momento que quieren, y como quieren.  Antes, hay que recordar, los  medios estaban maniatados, estaban sujetos a una censura oficial feroz.

3.- Derecho a la información.  Todo ciudadano mexicano tiene todo el derecho de recabar y exigir la información que desee.

4.- Transparencia.  Baste decir que ya hay una ley que la rige.  Ya no más obscuridad en los gastos públicos.

 

Claro que estamos todavía en pañales, cuesta mucho trabajo aprender a caminar, pero de acuerdo a la voluntad de toda la ciudadanía, y sin duda con hartos tropezones, saldremos adelante.

 

Como antes asenté, gracias al liderazgo de Fox México inició el cambio en aspectos medulares.  Claro que, obviamente, a muchos no les gustó, principalmente a los "trinqueteros".  A muchos de los "analistas", que por cierto proliferaron precisamente a la libertad de expresión, pero que se resisten a reconocérselo y no le perdonan ni que vaya al baño.  Le critican, como si fuera el gran pecado, que diga Borgues en lugar de Borges, pero no paran en mientes en que muchos comunicadores digan Borgueti en lugar de Borgeti.  ¡Ah! Pero eso sí, hay que oírlos.

 

La pasividad rampante que ha sido por siglos el distintivo, por un lado fue fomentada, y a la vez fomentó –en una especie de circulo vicioso--  la deficiente, y muchas veces nula, educación.  El desconocimiento de las leyes, ya sea por incapacidad o apatía de leerlas y entenderlas lleva a la ciudadanía a caer en hábitos contraproducentes, como es el poco uso de la razón y la facilidad en caer en las garras de los líderes alborotadores, que no llevan otra intención que medrar a costa de la ignorancia.  En este ámbito no se escapan los tinterillos, que tal parece que estudiaron para medrar con la ignorancia y pasividad de la gente, a quienes engañan y alborotan, a sabiendas que más van a sufrir que a lograr que la ley se cumpla.

 

Durante las últimas semanas se ha llevado a varios foros el tema de la participación ciudadana y, en algunos, ha prevalecido la tesis de restarle importancia y confundirla, sine qua non, con el pleno conocimiento de las leyes.  Resulta paradójico que entre los que tienden a minimizar este importante aspecto se encuentran investigadores y analistas de instituciones de prestigio como el Colegio de México y el C.I.D.E.; también algunos de los llamados intelectuales tienen esa tendencia, aunque de estos no es de extrañar porque en su mística tienen la idea de que ellos son los únicos que tienen esa prerrogativa, son, según ellos, los salvadores de la patria.

 

Si bien es cierto que todo ciudadano tiene la obligación de conocer las leyes básicas, no lo es que esto sea condición necesaria e indispensable para coadyuvar al desarrollo del país.  Lo que si es condición necesaria e indispensable para el desarrollo del país es la decidida participación de todos los ciudadanos; en la medida que esta participación se incremente mayor será el desarrollo del país.  Hay que precisar en forma fehaciente que el desarrollo del país va aparejado con el bienestar de los ciudadanos porque el país es del Estado y este lo conformamos todos los ciudadanos.

 

Si analizamos con objetividad el grado de desarrollo de los países, vemos que este va en razón directa del porcentaje de la participación de sus ciudadanos, esto es: a mayor porcentaje de participación mayor el grado de desarrollo, reflejado este en el nivel de vida de los ciudadanos.  Sin ir más lejos, si hacemos un honesto análisis comparativo de las regiones de nuestro país, vemos que en donde hay mayor participación ciudadana, como es en algunos estados del centro y del norte, el desarrollo es mayor, y esto independientemente del potencial natural, que si esto fuera condicionante, los estados del sur, por consecuencia, deberían tener mayor desarrollo, pero no es así debido a que la participación ciudadana es menor.  Claro que este análisis interno es con relación a nuestras propias circunstancias, sin olvidar aquello de que "en tierra de ciegos el tuerto es rey".

 

Es necesario que retomemos todo el espíritu de lucha que nos permita recuperar la cultura de la participación ciudadana, y digo "retomar" y "recuperar" porque es algo que el pueblo mexicano tuvo en la lecha revolucionaria de las tres primeras décadas del siglo XX, pero que perdimos después durante las siete décadas restantes de dicho siglo, bajo el influjo del degradante sistema de gobierno impuesto por un partido hegemónico; pero como antes apunté: "no hay mal que dure cien años, ni pendejos que los aguante", ahora estamos en otras circunstancias que nos permiten empezar a retomar y recuperar el espíritu extraviado.

 

Hace algunos años, un famoso caricaturista y cartonista plasmaba las circunstancias mexicanas en forma de un  señorón, elegantemente vestido, que representaba al gobierno, quien, con la mano extendida y llena de granos de maíz, apacentaba a un hato de ovejas, que representaban al pueblo.  Así se creó un estatus de falso paternalismo en el que "el papá" (gobierno) le decía "al hijo" (pueblo): "tú no te afanes hijo, tú dedícate a la milonga que yo te voy a dar", y el hijo se mal acostumbró a no participar, a esperar pasivamente que papá le hiciera todo; pero resulta que papá se disipó, se tornó corrupto y bajo su cobijo: caciques, líderes, funcionarios y demás "santos" de la grey  gobiernícola y compinches amasaron cuantiosas fortunas personales, todo esto, claro, a costa del hijo fodongo.

 

Considerado constitucionalmente el municipio como la base de la organización política del Estado, es en este nivel donde debe generarse en forma efectiva la participación de la ciudadanía, reflejada esta, primordialmente, en el irrestricto respeto de la ley y reglamentos, y en la creación de organizaciones civiles que coadyuven y vigilen el correcto desempeño de las autoridades del gobierno (que no es otra cosa que el depositario del mandato del pueblo), así como en el interés y conocimiento de todos los ciudadanos en dicho desempeño.  En la medida que se logre la presencia efectiva de los ciudadanos, PARA AYUDAR NO PARA ESTORBAR, en el quehacer cotidiano de los tres niveles de gobierno (municipal, estatal y federal), que son elegidos responsable y libremente por los mismos ciudadanos, y que los gobiernos entiendan que deben actuar con responsabilidad, respondiendo así a esa presencia, para que verdaderamente sean del, para y por el pueblo, signo fehaciente de la democracia, veremos entonces tiempos mejores en el bienestar de todos.

 

Escribió Víctor Hugo que "Los pueblos tienen la costumbre idiota de atribuir al gobierno lo que ellos hacen", antecedente quizás del apotegma: "Los pueblos tienen el gobierno que se merecen", y aquí yo agregaría que "el bienestar de un pueblo radica en su propio esfuerzo", referido desde todos y cada uno de sus componentes, o sea de los ciudadanos.

 

 

 

 

 



 

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