sábado, 18 de diciembre de 2010

RECUERDOS DE MI VIDA

 

Enrique Galván-Duque Tamborrel

 

Recuerdo: campana que suena en
valle profundo del olvido.

 

 

Siempre es –y será—difícil relatar pasajes autobiográficos, sobre a todo en cuanto a veracidad honesta se refiere, pues es fácil caer, sin pretendida buena o mala intención, en autoelogios y/o autoimputarse culpas injustamente.  Comprendiendo que no se puede ser perfecto, trataré de ser honesto conmigo mismo y con los que algún día lean esto.

 

De entrada, primero explico que al escribir sobre este tema no me lleva otra cosa que dejar constancia clara del por qué escribí algunos poemas de amor para las dos mujeres que en mi vida han sido, lo que podría interpretarse como hipocresía y ambivalencia.  No hubo ni lo uno ni lo otro, esa es la realidad, amé a las dos en etapas y circunstancias diferentes de mi vida, ambas relaciones fracasaron.  La segunda relación fue consecuencia de la primera. El primer amor prevalece; el segundo, por razón misma de su fundamento, fue efímero, pero en ambos siempre hubo honestidad y sinceridad de mi parte, pongo a Dios como testigo y a Su juicio me someto.

 

Angélica, mi eterna Prietita –así le decían cariñosamente, desde chica, en el seno de su familia paterna--, así la conocí y ese apelativo se convirtió en sagrado para mí.  La conocí en mayo de 1947, en plena primavera; tenía yo 17 años de edad y ella 15, linda mocosa, irradiaba luz, belleza y simpatía.  Me enamoré de ella de inmediato –el clásico amor a primera vista—y empecé a cortejarla; me costó muchos desvelos y mi corazón latía con ansiedad insatisfecha; así, el 26 de agosto del mismo año iniciamos nuestra relación de noviazgo.  Ese mismo año, en el mes de marzo, ingresé a la Escuela Nacional de Ingenieros de la UNAM para estudiar la carrera de ingeniería civil –en esa época los cursos se iniciaban en marzo y terminaban en noviembre y a veces hasta diciembre.

 

Mi Prieta significó la luz que alumbró siempre la ruta de mis estudios.  No fue fácil el camino de nuestro noviazgo, tuvimos nuestros contratiempos, a veces insípidos a veces no tanto, pero al fin normal dentro de lo controvertido que son finalmente las relaciones humanas; pero el amor todo lo puede y así, con amor, subsanábamos las eventuales controversias.

 

El 18 de noviembre de 1953 presenté mi examen profesional para obtener el título de Ingeniero Civil.  Día inolvidable que disfruté por partida triple: la propia satisfacción, la satisfacción de mis adorados e inolvidables padres y la de Angélica.  Realmente no encuentro palabras para expresar el estado de ánimo que viví en ese momento tan especial.

 

A lo largo de toda mi vida Angélica ha significado el espíritu de mi existencia, a veces pienso que aun antes de conocerla, y desde la niñez misma, ya había algo espiritual que nos unía.  Pero, no sé, el día que me recibí, aquel 18 de noviembre de 1953, fue un día en que me sentí plenamente de ella, y a ella ofrendé el producto de mi esfuerzo; era de ella todo: mi titulo, mi corazón, mi mente, en fin: mi ser entero.

 

Ø "To keep an adjunct to remember thee, were to import forgetfulness in me" (Shakespeare)  (Conservar algo que me ayude a recordarte, sería admitir que te puedo olvidar)

 

Ø "Nur wer die Sehnsucht kennt, weiss was ich leide!"  (Goethe)  (Sólo aquel que conoce la añoranza, podrá saber el sufrimiento mío)

 

Ø Como enjambres de abejas irritadas, / de un rincón oscuro de la memoria / salen a perseguirnos los recuerdos de las pasadas horas.  (G. A. Bécquer

 

Ø Es feliz porque sabe gozar los recuerdos.  (Anatole France)

 

Ø Con maderas de recuerdos armamos las esperanzas. (Onamuno)

 

Ø Se vive en el recuerdo y por el recuerdo, y nuestra vida espiritual no es, en el fondo, sino el esfuerzo de nuestro recuerdo por preservar, por hacerse esperanza, el esfuerzo de nuestro pasado por hacerse porvenir. (Onamuno)

 

 

 

 

E.G.D.T.- 18 / Nov. / 2003

 

 

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