miércoles, 24 de junio de 2009

El Magisterio y las peras del olmo

Por: Enrique Galván-Duque Tamborrel

Hojeando una libreta de apuntes, me encontré pedazos de un artículo que escribí hace 13 años (junio/1996), se dicen fácil pero son muchos años, para mí significa la cuarta parte de mi vida; como se dice vulgarmente: “ya llovió”, y vaya que si ha llovido.

Pues bien, el artículo lo titulé igual al que ahora escribo: “El Magisterio y las peras del olmo”. Y lo hago ahora igual porque, parece mentira, pero las cosas en relación con los seudo maestros no han cambiado un ápice, lo cual, dicho en términos económicos significa “ir a la baja”. Esto significa que la educación en nuestro país ha empeorado, resultado de ello es el incremento de la delincuencia. Ahora vemos que en cada arresto grupal aparecen adolecentes de 15 o 16 años, delincuentes activos en todo, hasta gatilleros.

«Estudié primaria y secundaria allá por los años 1936-44, en ese entonces el maestro era toda una institución, imponía respeto y admiración. La escuela, ni se diga, era un verdadero templo de la enseñanza y del saber. Cuando terminaba uno la primaria sabía uno más que lo que saben en la actualidad los que terminan la secundaria, pero no sólo más sino mucho más, eso claro que era el reflejo de la dedicación, capacidad y responsabilidad que tenían los maestros.
A través del tiempo las cosas han cambiado, y mucho. Los maestros –salvo honrosas excepciones-- se han vuelto dejados, incapaces e irresponsables –el reverso de la medalla--; con facilidad dejan a sus alumnos sin clases por varios días, y claro, en menos tiempo tratan de enseñarles lo que deberían hacer en mayor tiempo, lo cual obviamente va en detrimento de la calidad de la enseñanza.
La escuela ya no es más el templo de antaño, ahora es una antro de porquería y jaula de grillos, triste realidad que nos ha conducido al tobogán de la decadencia.
¿Qué quieren los maestros?, ¿más dinero? Bien, pero para recibir hay que merecer. Primero que coadyuven con su trabajo y cumplimiento de su responsabilidad a la superación del país. ¿Quién mejor que ellos para ese cometido si son los supuestos mentores de millones de niños y adolecentes que son el futuro de la patria? ¡Vamos, esto cualquiera lo entiende!
Arguyen como pretexto que están muy mal pagados y quieren las perlas de la Virgen, y eso hay que verlo así porque en un país en crisis económica insalvable –aunque los gobiernícolas digan lo contrario--, en dónde hay millones sin trabajo y a medio comer, lo que piden es eso: las perlas de la Madona. Además con ello demuestran ignorancia plena, pues por principio no se le pueden pedir peras al olmo.
Un obrero produce bienes y con ello genera riqueza, luego entonces tiene base para ganar en relación con lo que genera; pero un maestro, cuya producción que es la enseñanza –ésta generará a futuro la riqueza que a su vez generen sus pupilos--, no la realiza, o lo hace deficientemente, ¿con qué base se atreve a pedir ganar más y más?
En sus manifiestos acusan al Gobierno de todos los males que padecemos, pero, aunque es cierto que nuestro sistema gubernamental es una pesadilla, en realidad los verdaderos culpables somos todos –incluidos los maestros--, pues lo aceptamos, lo toleramos y lo reelegimos. “Tanta culpa tiene el que mata la vaca como el que le agarra la pata”.
Ojalá que los maestros, en vez de holgar so pretexto de un mal gobierno, se dediquen a enseñar con verdadera responsabilidad a los educandos y, dentro de ese cometido, les enseñaran lo que es la verdadera democracia, la que impide la dictadura e imposición de un sólo partido ; entonces sí la patria cambiaría. Los maestro, con su actitud, lo único que logran es acrecentar el mal que pretenden combatir.
Pero sea lo que sea, en realidad el problema gubernamental es harina de otro costal –muy pesado por cierto--, por lo que uno se pregunta: ¿por qué los maestros tienen que abanderarse con ello perjudicando a la patria a través de los educandos?, esto no tiene razón de ser. Definitivamente les ha fallado; es lamentable que personas bien preparadas –como se supuestamente están los maestros-- y profesionistas por añadidura, no sean capaces de analizar la situación actual que vive el país y se lanzan, pisoteando su responsabilidad, y con ello su dignidad, a pedir lo que actualmente es imposible.
No debe, sin embargo, soslayarse el hecho de que los maestros deben tener garantizados ingresos suficientes que les permitan asegurarse una vida digna, tal que a su vez les permita dedicarse de lleno y sin angustias a cumplir su alto cometido. Pero, por ética profesional, jamás deben supeditar el cumplimiento de su delicada responsabilidad a interese mezquinos, apoyados en procedimientos, por demás incongruentes con su noble tarea, para defender sus derechos. Se supone que integran un gremio muy fuerte, cuyos directivos deben actuar –para eso fueron nombrados-- en su digna representación para ese fin, pero no para arrastrarlos a paros, bloqueos y manifestaciones que contrarían su responsabilidad, afectan a la patria dañando a sus educandos y destruyen la dignidad de su imagen.
Por otra parte, hay un aspecto muy importante y que debe ser motivo de gran preocupación, es que los únicos educandos afectados con los paros y deficiencias de los maestros son los de las escuelas públicas, o sea la gran mayoría. Resulta con esto que la minoría, que son los que estudian en las escuelas particulares, están exentos de de esos daños y por ende son los que salen mejor preparados, por lo que, por obvias razones, realizarán mejores estudios superiores y serán los que a la larga ocupen los cuadros directivos de las empresas y gobierno; y así sigue la mata dando: las minoría privilegiadas gobiernan a las mayorías fregadas. ¡Oligarquía pura!»

Este artículo, que escribí en junio de 1996, se acopla perfectamente a la actualidad. Es triste constatar, y tener que aceptar, que vamos en picada para abajo. ¡Ah, pero eso sí! Los maestros siguen holgazaneando y perjudicando felizmente, ¡valientes traidores a la patria! ¡ABUR!



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